Robin Hood (Anónimo) Libros Clásicos

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más me necesitan mis súbditos? -se lamentaba.
Mas su deber como rey cristiano, su deseo de lucha contra los infieles y el sincero mensaje
recibido del Papa ofreciéndole la dirección de la Cruzada, hicieron que Ricardo tomara finalmente
la decisión de partir hacia Tierra Santa.
-¡Conquistaré Jerusalén. Se la arrebataré a los infieles! -decía con absoluta seguridad el rey
Durante su ausencia ocuparía el trono su hermano Juan I, conocido como Juan sin Tierra.
-Partid tranquilo, hermano mío. Aquí me encontraréis a vuestra vuelta y aquí encontraréis
vuestro amado reino -dijo Juan sin Tierra a Ricardo en el momento de su marcha.
-Gracias, hermano. Sé que puedo confiar en vos. Sé que gobernaréis como yo lo haría y que
cuidaréis de nuestros súbditos. Me voy tranquilo porque sé que Inglaterra queda en buenas
manos.
Y, seguido de su séquito, Ricardo Corazón de León abandonó, quién sabe por cuántos años, su
querida Inglaterra.

Juan sin Tierra, en muy poco tiempo, acabó con los importantes logros de su hermano. Sembró
de nuevo la desconfianza y resurgió la discordia. Su crueldad y avaricia volvieron a abrir el abismo
entre sajones y normandos.
Estaba convencido de que los normandos eran una clase superior y de que sólo a ellos les
correspondía el poder.
La sed de venganza parecía el único móvil que empujaba a quien regentaba el destino de
Inglaterra.
-No podemos seguir tolerando las continuas revueltas de los sajones -dijo Juan sin Tierra.
-Así se hará, majestad. No lo dudéis -asintieron sus colaboradores más allegados.
-Pero, señor, vivimos por primera vez una larga época de paz. Los sajones están ahora muy
tranquilos -intervino un barón normando allí presente.
-¡Qué ingenuo sois, caballero! -contestó con desprecio el príncipe-. ¿Acaso creéis que los
sajones han dejado de tramar conspiraciones contra mi persona? ¿Pensáis tal vez que se
resignan a estar bajo una dinastía normanda? ¡Estúpido!
El barón que había manifestado públicamente su disconformidad con las palabras del príncipe
era sir Percy Oswald, quien abandonó la sala inmediatamente.
Sir Percy Oswald no estaba de acuerdo con las ideas del príncipe Juan.

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