El Rey Lear (William Shakespeare) Libros Clásicos

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y que gire tu rueda.

Se duerme. Entra EDGAR.

EDGAR
Oí pregonar que me buscan
y, gracias al hueco de un árbol, logré
evadir la persecución. No hay salida abierta,
ni puesto que no extreme la guardia
en espera de apresarme. Mientras pueda escapar,
me protegeré; tengo la intención
de ofrecer el aspecto más pobre e indigno
con el que la miseria, desdeñosa del hombre,
le redujo casi a bestia. Me ensuciaré la cara,
me ceñiré una manta, haré de mi pelo greñas
y, expuesta mi desnudez, lucharé
contra el viento y el acoso de los cielos.
El campo ofrece casos y ejemplos
de mendigos lunáticos que, vociferando,
se clavan en el brazo desnudo y entumecido
alfileres, pinchos de madera, clavos, puntas
de romero; con tan horrible espectáculo
van por míseras granjas, aldehuelas,
majadas y molinos, y, con locas maldiciones
o con súplicas, mueven a caridad:
«¡Socorred a Turlygod! ¡Limosna para Tom!»
Es lo que me queda, pues Edgar no existe.

Sale.
Entran LEAR, el BUFÓN y un CABALLERO.

LEAR
Es raro que salieran de ese modo sin dar respuesta a mi emisario.
CABALLERO
Oí decir que anteanoche no tenían pensamiento de ausentarse.
KENT
¡Salud, noble amo!
LEAR
¡Vaya! ¿Te diviertes con ese castigo?
KENT
No, señor.
BUFÓN
¡Ja, ja! ¡Qué ligas más duras lleva! Los caballos se atan por la cabeza, los perros y los osos por el
cuello, los monos por la cintura y los hombres por las piernas. Quien mueve mucho las piernas, lleva
medias de madera.
LEAR
¿Quién es el que confundió tu puesto
al punto de meterte ahí?
KENT
«El que» y «la que»: vuestro yerno e hija.
LEAR
No.
KENT
Sí.
LEAR
Que no.
KENT
Que sí.
LEAR
¡Por Júpiter, juro que no!
KENT
¡Por Juno, juro que sí!
LEAR
No se atreverían, no podrían,
no querrían. Atentar contra el respeto
con tales desafueros es peor que un crimen.

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