La viña de Marta

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En la época de la colonia, uno de los duros pioneros que se había abocado a la dificultosa tarea de cultivar el suelo rocoso de una isla próxima a la Costa de Nueva Inglaterra, intentó plantar una viña con la ayuda de su hijita Martha. Para estimularla, y en lugar de cualquiera otra remuneración, le permitió a Martha que cultivara para su propio provecho un pequeño cuadrado cuya extensión era, exactamente, la decimosexta parte de un acre.

Se dice que ella plantó sus parras según la costumbre, en filas separadas entre sí por una distancia de nueve pies, y las cultivó igual que todo el mundo pero, según cuenta la historia, su pequeña empresa prosperó y creció de tal manera que la Viña de Martha se hizo notable. De su terreno cosechó más uvas por acre que cualquier otro viñedo de la isla y produjo también muchas variedades nuevas y valiosas.

Alli termina la historia en lo que se refiere a los hechos. No obstante, sin pretender impugnar la pericia de Martha, ni tampoco cuestionar su dulzura, que confirió fragancia a sus uvas, deseo proponer un problema práctico acerca de su viña que tal vez explique la razón de su maravilloso éxito.

¿Cuántas plantas de parra, situadas a no menos de nueve pies de distancia, pueden plantarse en un terreno cuadrado que mide la decimosexta parte de un acre?

Es un bonito problema, calculado para exigir el ingenio de nuestros matemáticos, pero para no forzar un regreso a los libros escolares, hace tanto olvidados, aprovechamos la ocasión para decir que un acre es un cuadrado de 208 y 710/1000 pies de lado, de modo que la decimosexta parte de un acre es un cuadrado de 52 pies y 2 pulgadas de lado. Siendo 1 pie = 12 pulgadas.

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