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Se diferencia de la peonza en que el hierro forma una punta fuerte y cónica, y en que se le rodea para hacerle andar un cordelito retorcido, cuya extremidad se sujeta en el índice de la mano que le arroja. El látigo con que se impele a la peonza mataría al trompo, consistiendo la rapidez del movimiento de éste en la mayor violencia con que se tira. Para divertirse a este juego entre muchos se forma un círculo en el suelo, en cuyo centro coloca cada jugador un cuarto, y después de echar cada uno su trompo, le coge en la mano, y procura dirigirle contra una de las monedas y extraerla del círculo, repitiendo la operación mientras vive el trompo; y si lo consigue gana el cuarto ; en seguida entra otro jugador, y así sucesivamente. También suele ponerse en medio del círculo el trompo del que no ha sabido hacerle andar, condenado a que reciba tantos golpes convenidos de los que arrojan el trompo.