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Las casas de campo, cubiertas de rojas
tejas, parecen grandes y cómodas; todo respira grandeza y bienestar.
La Providencia ha derramado sobre esos campos, la feracidad y mayor
dicha; sólo la ambición de temerarios y poco prestigiosos caudillos, ha
llevado a esas risueñas comarcas la desolación y la guerra.
Hombres como García Moreno, de su probidad y patriotismo, no son
desgraciadamente frecuentes; hombres como Diego Portales, no son fáciles
de hallar.
Estadistas notables como esos, hombres probos, verdaderos patriotas,
que se eleven grandes, valientes y airados, sobre las miserias, las
vocinglerías de descarados y sanguinarios demagogos, no han sido ni son
aún suficientemente apreciados por nosotros.
La noble sangre, a mi juicio, de esos grandes hombres, ha fecundizado
la tierra de su patria; ¡¡con qué anhelo debemos todos buscar, para la
humillada y destrozada patria nuestra, un Redentor, un estadista de
probidad y energía!! [224]
Ardientes lágrimas cubren mis ojos; mi anciana y temblorosa mano
apenas puede sujetar la pluma, al formar estas líneas, a la vez, al
recordar tanta sangre vertida, tanta miseria, tanta ruina consumada.
¡Oh! ¡¡cuándo, cuándo, veremos, o nuestros hijos verán, la redención
del Perú!! La felicidad de la patria común.
Notas
1. En la misma época en que fue hallado Andrés en el Desierto de la
Sopladera, fue encontrado en uno de los caminos reales de Alemania un
joven bien vestido, al parecer mayor de veinte años, y que no contestaba a
las palabras que se le dirigían; a pesar de la diferencia de idiomas en
que se le hacían. Algunos caballeros filantrópicos se hicieron cargo del