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La coincidencia significó, tal como lo sabe todo el mundo, muerte, muerte en tal escala que ninguna guerra conocida por la tierra llegó a dejar a su paso tal carnicería.
Para entender la situación no hay más que imaginar la niebla tomando el lugar de las cenizas de Pompeya y el humo de carbón como la lava que la cubrió. El resultado fue en ambos casos exactamente el mismo para los habitantes.
4. El norteamericano que quería hacer una venta.
Yo era por entonces secretario confidencial de una firma de Cannon Street, la casa Fulton, Brixton & Co. que comerciaba principalmente con productos químicos y aparatos para química. A Fulton no llegué a conocerlo; murió mucho antes de mi tiempo. Sir John Brixton, elevado a la nobleza por servicios prestados a su partido o por haber sido funcionario municipal durante algún desfile real a lo largo de ella, ya no recuerdo por cuál de las dos cosas, era mi jefe. Mi pequeña oficina estaba junto a la suya grande, y mi deber principal consistía en ocuparme de que nadie entrevistase a Sir John a menos que fuese una persona importante o llegara para tratar algo importante. Sir John era un hombre difícil de ver y un hombre difícil de tratar cuando se lo veía. Tenía escaso respeto por los sentimientos de la mayoría de los hombres y ninguno por los míos. Si permitía entrar a su oficina a un hombre que hubiese debido ser atendido por uno de los miembros menores de la compañía, Sir John no ponía empeño alguno en ocultar su opinión respecto de mí. Un día, en el otoño del último año del siglo, se hizo entrar en mi oficina a un norteamericano.