La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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Al día siguiente de la riña entre la patrona y la Irene, cuando ésta
volvió a su cuarto, luego de realizada su misión, hubo conciliábulo
secreto entre las que quedaron.

-¿No saben ustedes? ¿No han oído nada esta noche? -dijo la vizcaína.

-No -contestaron la patrona y la Baronesa-¿Qué ocurre?

-La Irene ha metido esta noche un hombre en casa.

-¿Sí?

-Yo misma he oído cómo hablaba con él.

-¡Y había abierto la puerta de la calle! ¡Qué perro! -murmuró la
patrona.

-No; el hombre era de la vecindad.

-Alguno de los estudiantes de arriba -dijo la Baronesa.

-Ya le diré yo cuatro cosas a ese pingo -replicó doña Casiana.

-No; espere usted -contestó la vizcaína-. Vamos a darle un susto a ella
y al galán. Cuando estén hablando, si él viene esta noche, avisamos al
sereno para que llame a la puerta de casa, y al mismo tiempo salimos de
nuestros cuartos con luz, como si fuéramos al comedor, y los cogemos.

Mientras se tramaba el complot en el pasillo, la Petra preparaba el
almuerzo en las oscuridades de la cocina. No tenía gran cosa que
preparar, pues el almuerzo se componía invariablemente de un huevo
frito, que nunca, por casualidad fue grande, y un bistec, que desde los
más remotos tiempos no se recordaba que una vez, por excepción,
hubiera sido blando.

Al mediodía, la vizcaína, con mucho misterio, contó a la Petra el
complot; pero la criada no estaba aquel día para bromas: acababa de

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