La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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juramento

Es el desdén espada de doble filo:
uno mata de amores; otro, de olvido...

se figuraba salones, damas, amores fáciles; pero más que esto, aún le
daban impresión de tristeza los valses de La Diva y de La gran Duquesa.

Las reflexiones de doña Violarte abrían los ojos a Manuel; pero tanto
como ellas colaboraban en este resultado las escenas que diariamente
ocurrían en la casa.

Era también buena profesora una sobrina de doña Casiana, de la edad
poco más o menos de Manuel, una chiquilla flaca, esmirriada, de tan
mala intención, que siempre estaba tramando complots en contra de
alguien.


Pío Baroja

Si le pegaban no derramaba una lágrima; solía bajar a la portería
cuando el chico de la portera estaba solo, lo cogía por su cuenta y le
pellizcaba y le daba puntapiés, y de esta manera se vengaba de los
porrazos que ella había recibido.

Después de comer, casi todos los huéspedes iban a sus ocupaciones;
la Celia y la Irme, en unión de la vizcaína, tenían el gran holgorio
espiando a las mujeres de casa de la Isabelona, las cuales solían
asomarse al balcón y hablaban y se hacían señas con los vecinos.
Algunas veces aquellas pobres odaliscas de burdel no se contentaban
con hablar, y bailaban y enseñaban las pantorrillas.

La madre de Manuel, como siempre, estaba pensando en el cielo y en
el infierno; no se preocupaba gran cosa de las pequeñeces de la tierra y
no sabía apartar al chico de espectáculos tan edificantes.

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