La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

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Don Alonso miró hacia atrás, se detuvo y se acercó a Jesús y Manuel.
-¿Adónde iba usted? -le preguntaron.
-Detrás de ese coche para subirle el baúl a casa a ese caballero; pero estoy cansado, ya no tengo piernas.
-¿Y qué hace usted? -le preguntaron.
-¡Psch!... Morirme de hambre.
-¿No viene la buena?
-¿Qué ha de venir? Napoleón se hizo la pascua en Uaterlú, ¿verdad? Pues mi vida es un Uaterlú continuo.
-¿A qué se dedica usted ahora?
-He estado vendiendo libros verdes. Aquí debo tener uno -añadió, mostrando a Manuel una cartilla cuyo título era: Las picardías de las mujeres la primera noche de novios.
-,Es bueno esto? -preguntó Manuel
Así, así. Te advierto que hay que leer un renglón sí y el otro no. ¡Yo

dedicado a estas cosas! ¡Yo, que he sido director de un circo en Niu Yoc!
-Ya vendrá la buena.
-Hace unas noches salí tambaleándome, muerto de necesidad, y me fui a una Casa de Socorro, porque ya no podía más. «¿Qué tiene usted?», me preguntó uno. «Hambre.» «Eso no es enfermedad», me dijo. Entonces me eché a pedir limosna, y ahora voy al anochecer al barrio de Salamanca; allá, a las señoras que van solas les digo que se me ha muerto un hijo, que necesito un par de reales para comprar velas. Ellas se horrorizan y me suelen dar algo. He encontrado también un rincón donde dormir. Está por allá, hacia el río.
Comieron los tres el rancho sobrante en el cuartel de María Cristina, y por la tarde, el Hombre-boa fue a su centro de operaciones del barrio de Salamanca.

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