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había dicho el posadero? A pesar de todos estos males, la Chica Extraña se
mostró alegre y ejemplar. Pero cuatro horas después de oscurecer ya habíamos
entrado en una cavidad sobrenatural y la Chica Extraña había visto «ojos» y
estaba histérica.
Mi hermana y yo acordamos reservar el encantamiento estrictamente para nosotros,
y mi impresión era, y sigue siendo, que yo no tenía que dejar que lkey, cuando
ayudaba a descargar la carreta, se quedara a solas con ninguna de las mujeres ni
siquiera un minuto. Sin embargo, tal como dije, la Chica Extraña había «visto
ojos» (no pudimos sacarle ninguna otra explicación) antes de las nueve, y a las
diez ya le habíamos aplicado tanto vinagre como para adobar un buen salmón.
Dejo al inteligente lector que juzgue por sí mismo mis sentimientos cuando, tras
estas circunstancias indeseables, hacia las diez y media la campanilla del Amo
B. empezó a sonar de la manera más furiosa y Turk se puso a aullar hasta que la
casa entera resonó con sus lamentaciones.
Espero no volver a encontrarme nunca en un estado mental tan poco cristiano como
aquel en el que viví durante unas semanas en relación con la memoria del Amo B.
No sé si su campanilla sonaba por causa de las ratas, o los ratones, los
murciélagos, el viento o cualquier otra vibración accidental, a veces por una
causa y a veces por otra, y otras veces por la unión de varias de ellas; pero lo
cierto es que sonaba dos noches de cada tres, hasta que concebí la feliz idea de
retorcerle el cuello al Amo B. -en otras palabras, cortar su campanilla-,
silenciando a ese caballero, por lo que sé y creo, para siempre.
Pero para entonces la Chica Extraña había desarrollado tal progreso en su
capacidad cataléptica que había llegado a convertirse en un ejemplo brillante de
ese desgraciado trastorno. En las ocasiones más irrelevantes se quedaba rígida
como un Guy Fawkes privado de razón. Me dirigía a los criados de una manera
lúcida señalándoles que había pintado la habitación del Amo B., y quitado el
papel, que había quitado la campanilla del Amo B. evitando que sonara, y que
puesto que podían suponer que ese confundido muchacho había vivido y muerto,