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se echó a correr silbando por el valle,
y la otra, en pos de ella, hablando escupe. 138
Luego volvióle las espaldas nuevas,
y dijo al otro: «Quiero que ande Buso
como hice yo, reptando, su camino.» 141
Así yo vi la séptima zahúrda
mutar y trasmutar; y aquí me excuse
la novedad, si oscura fue la pluma. 144
Y sucedió que, aunque mi vista fuese
algo confusa, y encogido el ánimo,
no pudieron huir, tan a escondidas 147
que no les viese bien, Puccio Sciancato
-de los tres compañeros era el único
que no cambió de aquellos que vinieron- 150
era el otro a quien tú, Gaville, lloras,
CANTO XXVI
¡Goza, Florencia, ya que eres tan grande,
que por mar y por tierra bate alas,
y en el infierno se expande tu nombre! 3
Cinco nobles hallé entre los ladrones
de tus vecinos, de donde me vino
vergüenza, y para ti no mucha honra. 6
Mas si el soñar al alba es verdadero, 7
conocerás, de aquí a no mucho tiempo,
lo que Prato, no ya otras, te aborrece. 9
No fuera prematuro, si ya fuese:
¡Ojalá fuera ya, lo que ser debe!
que más me pesará, cuanto envejezco. 12
Nos marchamos de allí, y por los peldaños
que en la bajada nos sirvieron antes,
subió mi guía y tiraba de mí. 15
Y siguiendo el camino solitario,
por los picos y rocas del escollo,
sin las manos, el pie no se valía. 18
Entonces me dolió, y me duele ahora,
cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,
y el ingenio refreno más que nunca, 21
porque sin guía de virtud no corra;
tal que, si buena estrella, o mejor cosa,
me ha dado el bien, yo mismo no lo enturbie. 24
Cuantas el campesino que descansa
en la colina, cuando aquel que alumbra
el mundo, oculto menos tiene el rostro, 27
cuando a las moscas siguen los mosquitos,