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aunque he llegado acaso un poco tarde,
no te pese el quedarte a hablar conmigo:
¡Mira que no me pesa a mí, que ardo! 24
Si tú también en este mundo ciego
has oído de aquella dulce tierra
latina, en que yo fui culpable, dime 27
si tiene la Romaña paz o guerra;
pues yo naci en los montes entre Urbino
y el yugo del que el Tiber se desata.» 30
Inclinado y atento aún me encontraba,
cuando al costado me tocó mi guía,
diciéndome: «Habla tú, que éste es latino.» 33
Yo, que tenía la respuesta pronta,
comencé a hablarle sin demora alguna:
«Oh alma que te escondes allá abajo, 36
tu Romaña no está, no estuvo nunca,
sin guerra en el afán de sus tiranos;
mas palpable ninguna dejé ahora. 39
Rávena está como está ha muchos años: 40
le los Polenta el águila allí anida,
al que a Cervia recubre con sus alas. 42
La tierra que sufrió la larga prueba 43
hizo de francos un montón sangriento,
bajo las garras verdes permanece. 45
El mastín viejo y joven de Verruchio, 46
que mala guardia dieron a Montaña,
clavan, donde solían, sus colmillos. 48
Las villas del Santerno y del Camone 49
manda el leoncito que campea en blanco,
que de verano a invierno el bando muda; 51
y aquella cuyo flanco el Savio baña, 52
como entre llano y monte se sitúa,
vive entre estado libre y tiranía. 54
Ahora quién eres, pido que me cuentes:
no seas más duro que lo fueron otros;
tu nombre así en el mundo tenga fama.» 57
Después que el fuego crepitó un momento
a su modo, movió la aguda punta
de aquí, de allí, y después lanzó este soplo: 60
«Si creyera que diese mi respuesta
a persona que al mundo regresara,
dejaría esta llama de agitarse; 63
pero, como jamás desde este fondo
nadie vivo volvió, si bien escucho,