Martín Fierro (José Hernández) Libros Clásicos

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con las tristezas del alma
al pajonal enderiece.

245
Bala el tierno corderito
al lao de la blanca oveja,
y a la vaca que se aleja
llama el ternero amarrao;
pero el gaucho desgraciao
no tiene a quien dar su oveja.

246
Ansí es que al venir la noche
iba a buscar mi guarida,
pues ande el tigre se anida
también el hombre lo pasa,
y no quería que en las casas
me rodiara la partida.

247
Pues aun cuando vengan ellos
cumpliendo con su deberes,
yo tengo otros pareceres,
y en esa conduta vivo:
que no debe un gaucho altivo
peliar entre las mujeres.

248
Y al campo me iba solito,
más matrero que el venao,
como perro abandonao
a buscar una tapera,
o en alguna vizcachera
pasar la noche tirao.

249
Sin punto ni rumbo fijo
en aquella inmensidá,
entre tanta escuridá
anda el gaucho como duende;
allí jamás lo sorpriende
dormido, la autoridá.

250
Su esperanza es el coraje,
su guardia es la precaución,
su pingo es la salvación,
y pasa uno en su desvelo,
sin más amparo que el cielo
ni otro amigo que el facón.

251
Ansí me hallaba una noche
contemplando las estrellas,
que le parecen más bellas
cuanto uno es más desgraciao,
y que Dios las haiga criao
para consolarse en ellas.

252
Les tiene el hombre cariño
y siempre con alegría
ve salir las tres marías;
que si llueve, cuanto escampa,
las estrellas son la guía
que el gaucho tiene en la pampa.

253
Aquí no valen dotores,
sólo vale la esperiencia;
aquí verían su inocencia
ésos que todo lo saben,
porque esto tiene otra llave
y el gaucho tiene su cencia.

254
Es triste en medio del campo
pasarse noches enteras

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