El abanico de Lady Windermere (Oscar Wilde) Libros Clásicos

Página 11 de 65

fingir alguna enfermedad y resignarme a beber las
aguas minerales más desagradables, con tal de sacar
a Berwick de Londres. ¡Era de un corazón tan
sensible! Aunque, eso sí, puedo asegurar que nunca
dio mucho dinero a nadie. En esto, por lo menos, es
de principios muy elevados.
22

EL ABANICO DE LADY WINDERMERE
LADY WINDERMERE. – (Interrumpiéndola.) ¡Es
imposible, duquesa; le digo a usted que es
imposible! (Levantándose y cruzando la escena hacia el centro.)
No hace más que dos años que estamos
casados. Nuestro hijo no tiene más que seis meses...
(Se sienta en una silla junta a la mesa.)
DUQUESA.- ¡Ah!, ¿y ese encanto, cómo sigue?
¿Es niño o niña? Espero que niña... ¡Ah, no; ahora
recuerdo que es niño! Lo siento. Los niños son muy
malos. El mío es de una inmoralidad atroz. No puede
usted figurarse a qué horas vuelve a casa. Y eso
que acaba de salir del colegio hace pocos meses. No
sé, realmente, qué les enseñan allí.
LADY WINDERMERE.- ¿Cree usted que todos
los hombres son malos?
DUQUESA.- Absolutamente todos, sin excepción.
Y que nunca mejoran. Se vuelven viejos; pero mejores
jamás.
LADY WINDERMERE.- Windermere y yo nos
casamos por amor.
DUQUESA.- Sí, así empezamos nosotros. Sólo las
amenazas constantes y brutales de suicidio de Berwick
me hicieron aceptar su mano y, sin embargo,
antes del año ya estaba corriendo detrás de toda
clase de faldas, negras y blancas, finas y ordinarias.
23

OSCAR WILDE
Y todavía en la luna de miel, le pesqué con una de
mis doncellas, una muchacha muy bonita y muy
decente. Claro que la despedí enseguida, sin
certificado. O no; recuerdo que se la cedí a mi
hermana ¡Ese pobre sir Jorge es tan corto de vista,
que creí que no importaba! Pero importó, importó
según parece. (Levantándose.) Bueno, hija mía, tengo
que irme; esta noche comemos fuera.

Página 11 de 65
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:




Diccionario: