La metamorfosis o El asno de oro (Lucio Apuleyo) Libros Clásicos

Página 251 de 254

Asino Marcelo, el cual nombre no era ajeno de mi reformación de cuando
yo andaba hecho asno. Visto esto, no me tardé y fuile luego a hablar; pero
él no estaba incierto de lo que yo le decía, que ya no había sido avisado por
semejante relación cómo me había de administrar y admitir en estas cosas
de sus sacrificios y religión, porque en sueños él había oído la noche
próxima pasada al gran dios Osiris, estándole ataviando la corona a su
propia boca, con la cual dice y declara los hados y ventura de cada uno,
cómo le era enviado un hombre de Madaura muy pobre, al cual luego él
recibiese a sus sacrificios, porque de aquello este de Madaura alcanzaría
gloria de sus virtudes y el sacerdote gran provecho y ganancia. En esta
manera, estando yo destinado para entrar en la religión, estaba impedido,
contra mi voluntad, por la pobreza y por no tener para cumplir lo que era
necesario para la costa, porque los grandes gastos de mi larga peregrinación
habían consumido las fuerzas de mi patrimonio, y también las costas y
expensas que se habían de hacer en Roma precedían y eran mayores que las
que se habían hecho en la provincia de Acaya, donde tomé el hábito. Así,
que con la pobreza y necesidad que tenía estaba en mucha fatiga, puesto,
como dice el proverbio, entre el cuchillo y la piedra. De más de lo cual,
continuamente era fatigado y amonestado por la instancia de la diosa. En
esta manera inducido y estimulado muchas veces, no sin gran turbación y
pena mía; finalmente, visto que no había otro remedio, viendo esas alhajas
y ropa que tenía, aunque poca, apañé alguna suma de dineros, lo cual
especialmente me había sido mandada por la diosa, diciéndome:

«Veamos: si tú quisieses hacer alguna cosa para tu placer y deleite
temporal, ¿perdonarías tus ropas? Pues para entrar en una religión como
ésta, ¿por qué tardas en acompañarte de pobreza que nunca te arrepientas?»
Así que, aparejadas abundantemente las cosas que eran menester, otra vez
torné a ayunar diez días, contentándome con manjares de hierbas y no
comer de cosas animadas. De más de esto, siendo amonestado por las
nocturnas revelaciones del dios Osiris, estaba ya muy satisfecho para entrar

Página 251 de 254
 



Grupo de Paginas:               

Compartir:



Diccionario: