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Al hablar de estas y de las siguientes leyes quiero que se entienda que me refiero sólo a las instituciones originales, y no a la escandalosa corrupción en que este pueblo ha caído a causa de la degenerada naturaleza del hombre; pues por lo que toca a esa vergonzosa práctica de obtener altos cargos haciendo volatines, o divisas de favor y distinción saltando por encima de varillas o arrastrándose bajo ellas, ha de saber el lector que fue introducida por el abuelo del emperador hoy reinante, y ha prosperado a tal punto por el incremento gradual de partidos y facciones.
La ingratitud allí es un crimen capital, como leemos que lo ha sido en algunos otros países; porque -razonan ellos- aquel que paga con maldad a su bienhechor ha de ser necesariamente un enemigo común del resto de la Humanidad, que no le ha hecho beneficio ninguno, y, por lo tanto, tal hombre no es a propósito para esta vida.
Sus nociones respecto de los deberes de padres e hijos difieren extremadamente de las nuestras. De ningún modo conceden que un niño está obligado a su padre por haberlo engendrado, ni a su madre por haberlo traído al mundo; lo cual, teniendo en cuenta las miserias de la vida humana, no es un beneficio en sí mismo, ni tampoco fue la intención de sus padres, cuyo pensamiento durante sus lides amorosas tenía bien distinta ocupación. Por estos y otros parecidos razonamientos, es su opinión que los padres son los últimos a quienes debe confiarse la educación de sus propios hijos, y, en consecuencia, hay en cada edad establecimientos públicos, adonde todos los padres, con excepción de los aldeanos y los labradores, están obligados a llevar a sus pequeños de uno y otro sexo para que los críen y eduquen así que llegan a la edad de veinte lunas, tiempo en que ya se les suponen algunos rudimentos de docilidad. Estos seminarios son de varias categorías, acomodadas a las diferentes clases, y para ambos sexos. Tienen profesores especialmente hábiles en la educación de niños para la condición de vida conveniente a la alcurnia de sus padres y a la propia capacidad de cada uno, así como a las particulares inclinaciones. Diré primero algo de los establecimientos para varones, y luego de los de hembras.
Los seminarios para niños varones de noble o eminente cuna cuentan con graves y cultos profesores y sus correspondientes auxiliares.