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Tuve el honor de conversar largamente con Bruto, y me dijo que sus antecesores, Junius, Sócrates, Epaminondas, Catón el joven, sir Thomas Moore y él estaban juntos a perpetuidad; sextunvirato al que entre todas las edades del mundo no pueden añadir un séptimo nombre.
Sería fatigosa para el lector la referencia del gran número de gentes esclarecidas que fueron llamadas para satisfacer el deseo insaciable de ver ante mí el mundo en las diversas edades de la antigüedad. Satisfice mis ojos particularmente mirando a los asesinos de tiranos y usurpadores y a los restauradores de la libertad de naciones oprimidas y agraviadas. Pero me es imposible expresar la satisfacción que en el ánimo experimenté de modo que pueda resultar conveniente recreo para el lector.
Capítulo VIII
Siguen las referencias acerca de Glubbdrubdrib. -Corrección de la historia antigua y moderna.
Deseando ver a aquellos antiguos que gozan de mayor renombre por su entendimiento y estudio, destiné un día completo a este propósito. Solicité que se apareciesen Homero y Aristóteles a la cabeza de todos sus comentadores; pero éstos eran tan numerosos, que varios cientos de ellos tuvieron que esperar en el patio y en las habitaciones exteriores del palacio. Conocí y pude distinguir a ambos héroes a primera vista, no sólo entre la multitud, sino también a uno de otro. Homero era el más alto y hermoso de los dos, caminaba muy derecho para su edad y tenía los ojos más vivos y penetrantes que he contemplado en mi vida. Aristóteles marchaba muy inclinado y apoyándose en un báculo; era de cara delgada, pelo lacio y fino y su voz hueca. Aprecié en seguida que ambos eran perfectamente extraños al resto de la compañía y nunca habían visto a aquellas personas ni oído hablar de ellas hasta aquel momento, y un espíritu cuyo nombre no diré me susurró al oído que estos comentadores se mantenían siempre en el mundo interior en los parajes más apartados de aquellos que ocupaban sus inspiradores, a causa del sentimiento de vergüenza y de culpa que les producía haber desfigurado tan horriblementepara la posteridad la significación de aquellos autores. Hice la presentación de Dídimo y Eustathio a Homero, recomendándole que los tratase mejor de lo que quizá merecían, pues él al instante descubrió que habían pretendido encajar un genio en el espíritu de un poeta. Pero Aristóteles no pudo guardar calma ante la cuenta que le di de quiénes eran Escoto y Ramus al tiempo que los presentaba, y les preguntó si todos los demás de la tribu eran tan zotes como ellos.