Cartas desde mi molino (Alfonso Daudet) Libros Clásicos

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do a buscarme al pie de la cuesta su gran break, car-
gado de escopetas, perros y víveres, Henos aquí
rodando por la carretera de Arlés, un poco seca y
árida en aquesta madrugada de Diciembre, en que
apenas es visible el pálido verdor de los olivos y el
verde intenso de las encinas, demasiado de inverna-

C A R T A S D E M I M O L I N O

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dero y como ficticio. Hay madrugones que iluminan
las vidrieras de las granjas, y en las cresterías de pie-
dra de la abadía de Montmajour, los quebranta hue-
sos aun aletargados por el sueño baten las alas entre
las ruinas. Sin embargo, nos cruzamos ya a lo largo
de las zanjas con campesinas viejas que van al mer-
cado, al trote de sus borriquillos. Vienen de la Ville
-des -Baux. ¡Seis leguas largas para sentarse tina
llora en las gradas de San Trofino y vender paque-
titos de hierbas medicinales cogidas en la monta-
ña!...
Ahora llegamos a la vista de las murallas de Ar-
lés; murallas bajas y almenadas, como se ven en las
estampas antiguas, donde aparecen guerreros arma-
dos de lanzas en lo alto de terraplenes menores que
ellos. Atravesamos a galope esta maravillosa ciudad
pequeña, una de las más pintorescas de Francia, con
sus balcones esculpidos y panzudos avanzando
hasta el centro de las calles estrechas, con sus ve-
tustas casas renegridas, de puertas pequeñas, moris-
cas, ojivales y bajas, que nos llevan a los tiempos de
Guillermo Court-Nez y de los sarracenos. A aque-
llas horas no había aún nadie afuera. Sólo está ani-
mado el muelle del Ródano. El barco de vapor que
hace la travesía de Camargue calienta las calderas al

A L F O N S O D A U D E T

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pie de los escalones, dispuesto a partir. Caseros con
blusa roja, muchachas de La Roquette que van a
buscar jornal en los trabajos agrícolas, suben a cu-
bierta con nosotros, charlando y riéndose. Bajo las
largas mantillas obscuras, levantadas a causa del

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