Página 29 de 164
rreno en que ella ponía la conferencia.
-Mi abuelo es como la mayor parte de los realistas
-respondió con una especie de impertinencia irónica. -Esa
gente no comprende nada de nuestra situación, y usted mis-
ma acaso...
Lucía le interrumpió:
E R N E S T O D A U D E T
42
-No me asocio a sus reproches. He deplorado su con-
ducta de usted porque esa conducta nos separaba; pero no
me corresponde vituperarle. ¡Qué me hubieran importado
sus opiniones si hubiera sido su mujer y usted me hubiera
amado como yo le amaba!
Dalassene comprendió por estas palabras que aquel dé-
bil corazón le seguía perteneciendo.
-Hubiera amado a usted hasta el fin de mi vida como la
amo todavía -dijo Roberto enternecido.
No tenía necesidad de afirmarlo para convencer a Lucía,
que nunca había dudado do él. Pero al oírle protestar de su
amor quedóse la joven tan turbada que tuvo necesidad de un
enérgico esfuerzo de voluntad para contenerse.
-No hay más que un punto en el que doy la razón al se-
ñor de Mausabré -dijo Lucía. Pienso como él que no debo
volver a Chambery mientras usted esté allí.
-¡Tiene usted miedo de mí!
-De usted, puede ser; pero tengo más de mí misma
-confesó la joven.
-¡Eso quiere decir que me ama usted todavía! ¡Oh! bien
lo sabía yo -exclamó Roberto con exaltación; -sabía muy bien
que no podía usted haberme olvidado, que no me había us-
ted quitado el corazón que una vez me dio.
Más fuerte que ella esta vez, la atrajo hacia él y le estre-
chó las manos con efusión mientras ella suspiraba:
-Mi corazón es de usted; lo será siempre.
H A C I A E L A B I S M O
43
Así estuvieron por espacio de un minuto, que fue para
ellos de embriaguez y que ató más sólidamente los vínculos
que los unían.
De repente, como llena de terror, Lucía se apartó del jo-
ven.
-Váyase usted, amigo mío -dijo en tono de súplica;
-déjeme. Su abuelo puede volver y ya le ha oído usted ame-