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No buscaré excusa ni pretexto le dijo con sencillez. No puedo pasar .quince días sin verla, y esos quince días se cumplieron ayer.
También Mina los había contado; nunca la había seducido tanto Alfredo, pero temblaba ante la idea de que tuviera un duelo con monsieur de Ruppert. Hizo todo lo posible por que le contara algo sobre la carta interceptada. Le encontró preocupado, pero Alfredo no le dijo nada, o sólo esto. Tengo un gran disgusto; no se trata de ambición ni de dinero, y el efecto más claro de mi triste posición es aumentar el apasionado cariño que siento por usted. Lo que me desespera es que el deber no puede nada en mi corazón. Decididamente, me es imposible vivir sin usted.
Pues yo no viviré jamás sin usted repuso ella, cogiéndole la mano, cubriéndosela de besos e impidiéndole que la abra Cuide de su vida, porque yo no le sobreviviría ni una hora.
Ah, lo sabe todo! replicó Alfredo, y tuvo que violentarse para no proseguir.
Al día siguiente de volver monsieur de Larcay a Aix, un segundo anónimo le informó de que, durante su última excursión por las montañas (era el tiempo que había invertido en ira Chambéry), su mujer había recibido en su casa a monsieur de Ruppert.
El anónimo terminaba así. Hoy, a medianoche, será recibido monsieur de R. Me doy perfecta cuenta de que no puedo inspirarle ninguna confianza; así pues, no obre a la ligera. No haga nada violento, si es que ha de hacerlo hasta que haya visto con sus propios ojos. Si me engaño y le engaño, la cosa no le costará más que una noche pasada en cualquier escondite cerca de la habitación de madame de Larcay.
A Alfredo le perturbó mucho esta carta. Al poco rato recibió tina esquela de Aniken : «Acabamos de llegar a Aix ; la señora Cramer se ha retirado ya a su cuarto. Estoy libre, venga.»Monsieur de Larcay pensó que, antes de apostarse al acecho en el jardín de su casa, tenía tiempo de pasar diez minutos con Aniken.