La Dama de las Camelias (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

Página 51 de 158

Encima de la mesa había una palangana de plata con agua hasta la mitad; el agua estaba veteada de hilillos de sangre.
Marguerite, muy pálida y con la boca entreabierta, intentaba recobrar el aliento. Por momentos su pecho se hinchaba en un hondo suspiro que, una vez exhalado, parecía aliviarla un poco, y le producía durante unos pocos segundos un sentimiento de bienestar.
Me acerqué a ella, sin que hiciera ningún movimiento, me senté y le tomé la mano que reposaba sobre el canapé.
––¿Ah, es usted? ––me dijo con una sonrisa.
Supongo que mi cara tenía un aspecto alterado, pues añadió:
––¿También usted se siente mal?
––No; y a usted ¿no se le ha pasado todavía?
––No mucho y se secó con el pañuelo las lágrimas que la tos había hecho acudir a sus ojos––; pero ya estoy acostumbrada.
––Está usted matándose, señora ––le dije entonces con voz emocionada––. Me gustaría ser amigo suyo, alguien de su familia, para impedirle que esté haciéndose daño de este modo.
––¡Bah! La verdad es que no vale la pena que se alarme usted ––replicó en un tono un poco amargo––. Ya ve cómo se ocupan de mí los otros: saben perfectamente que con esta enfermedad no hay nada que hacer.
Dicho esto, se levantó y, tomando la vela, la puso sobre la chimenea y se miró en el espejo.
––¡Qué pálida estoyl ––dijo, abrochándose el vestido y pasán dose los dedos por el pelo para alisarlo––. ¡Bah! Vamos otra vez a la mesa. ¿Viene?
Pero yo estaba sentado y no me moví.
Comprendió la emoción que me había causado aquella escena, pues se acercó a mí y, tendiéndome la mano, me dijo:
––Vamos, venga.
Tomé su mano, y la llevé a mis labios, humedeciéndola sin querer con dos lágrimas largo tiempo contenidas.
––¡Pero, bueno, no sea usted niño! ––dijo, volviendo a sentarse a mi lado––. ¡Mira que ponerse a llorarl ¿Qué le pasa?
––Debo de parecerle un necio, pero lo que acabo de ver me ha hecho un daño espantoso.
––Es usted muy bueno. Pero ¿qué quiere que haga? No puedo dormir, y tengo que distraerme un poco. Y además, chicas como yo, una más o menos ¿qué importa? Los médicos me dicen que la sangre que escupo procede de los bronquios; yo hago como que los creo, es todo lo que puedo hacer por ellos.

Página 51 de 158
 


Grupo de Paginas:           

Compartir:



Diccionario: