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Ya el pío Encas respondió a la desgraciada Elisa, y Filis, si vive todavía, habrá leído la epístola esperada. La carta fatal de Jasón ha llegado a manos de Hipsipila, y Safo, amada por Apolo, puede ya entregarle la lira que le ha consagrado. Tú, Macer, que bajo la tienda de campaña cantas las bélicas empresas, no olvides el amor en medio de los afanes de Marte. Allí está Paris con la adúltera famosa por su crimen, y Laodamia que acompaña a su difunto esposo. Si no me engaño, tratas estos asuntos con el mismo placer que las guerras, y desde el tuyo a veces te trasladas a mi campo.
XIX
Estólido, si no tienes necesidad de vigilar los pasos de tu mujer, vigílala por mí y me la harás mucho más apetecible. Lo que se nos permite lo estimamos en poco; lo que se nos prohíbe enciende nuestro ardor. Tiene un corazón de hierro el que acepta lo que otro le consiente; los amantes debemos esperar y temer a la vez, y como estímulo de nuestra ansiedad llevar alguna que otra repulsa. ¿ De qué me sirve la fortuna si no puede engañar nunca mis aspiraciones? Yo amo lo que es capaz de ocasionarme un tormento. La astuta Corina advirtió en mí este flaco, y adivinó con sagacidad los medios más hábiles para prenderme. ¡Ah!, ¡cuántas veces estando sana fingió atroces dolores de cabeza, y me despidió y ordenó retirarme con paso lento!; ¡cuántas a su capricho simuló conocer mis traiciones, y siendo ella la culpable aparecía con el disfraz de la inocencia! Pero después de atormentarme y atizar el fuego casi apagado, satisfacía dulce y rendida mis exigencias. ¡Qué de caricias, qué tiernas palabras me decía y qué de besos, grandes dioses, tan ardientes me prodigaba!
Tú que hace poco cautivaste también mis ojos, muéstrate temerosa de la falsedad; rogada niega tus favores, y deja que tendido en el umbral de tu puerta me hielen los rigurosos, fríos de una noche de invierno. Así perdura mi pasión y cobra bríos sin cesar; esto me estimula, éste es el alimento que conviene a mi ánimo.