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-Alza, ¿has perdido el juicio? Bien que nunca le tuviste. Alza, miserable, ¿no sabrás distinguir jamás cuándo es ocasión de farsas y cuándo no?
-Dios me perdone -dijo levantándose Ferrus-; Dios me perdone mis muchos pecados. Dame tus órdenes y te probará tu esclavo si desconoce la oportunidad de servirte.
-¿Estás solo?
¡Error! No se encuentra el origen de la referencia., iba a decir el intempestivo juglar, pero el gesto mal encarado de su amo le recordó lo que acababa de decirle en aquel tono que tiene tanto prestigio sobre las almas débiles.
-Solo, señor -pronunció titubeando-. Jaime es el único que vela en la antecámara.
-Dale las señas de la habitación del caballero que ha llegado esta mañana de Calatrava. Que llegue a ella, que dé tres golpes y que pronuncie mi nombre en voz baja; nada más. Es señal convenida.
Salió Ferrus a obedecer la orden de su señor, y no tardó mucho en volver a entrar con la noticia de que quedaba desempeñada su comisión con el mismo celo de que tantas pruebas tenía dadas.
-En buen hora, Ferrus. Llégate más cerca y habla bajo. Conozco tu celo, y tú conoces mi poder. Hasta la presente creo haberte recompensado más allá de tus esperanzas, y aún más allá de lo que tus méritos exigían.
-Estoy harto pagado con el honor de servirte -dijo el astuto juglar.
-Bien, dejemos lisonjas que tú no crees ni yo tampoco; toma esas monedas; cada cornado que aceptas debe pesar más que el plomo en tu bolsillo si piensas faltarme algún día; del plomo sabría hacer oro si lo hubiese menester; pero también del oro sabré hacer fuego si tu conducta...
-Ofendes a Ferrus, señor.
-Quiero creerlo así; escucha, dame el pergamino que te he confiado. Bien. El maestre de Calatrava ha muerto; esta es la nueva que aquí me dan.
-Dios le haya perdonado y tenga su alma...
-Bien; ésas no son cuentas nuestras. Atiende primero, luego le encomendarás; en el estado en que está puede esperar mucho tiempo; lo mismo es hoy que mañana. Nadie sabe en la Corte todavía este importante suceso.