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"Astronautas", así les llamaban...El capellano flotaba a unos centímetros por encima del suelo sin apoyarse en nada y estaba sonriendo. Ese diorama siempre me pareció un poco extraño, como si quienes lo habían fabricado hubieran cometido algún error deliberadamente para averiguar si serías capaz de detectarlo.
CAPITANA, LOS CAPELLANOS NUNCA COMETEN ERRORES.
Eso es lo que solía decir papá. Papá siempre me decía que debía mantenerme alejada de los eladeldis porque los capellanos estaban al corriente de cuanto hacían. Ah, y también solía repetirme que debía mantenerme alejada de los perks... Ojalá le hubiera hecho caso.
¿Y POR QUÉ LE CAEN TAN MAL?
Bueno, la verdad es que mi padre odia a todos !os a!lenígenas. Hasta el capellano del museo le caía mal... El del diorama, ¿sabes? Y eso que sonreía con tanto entusiasmo que parecía un oso de peluche gigante... Daba la impresión de que en cualquier momento alargaría la mano hacia los astronautas y empezaría a darles palmaditas en la cabeza. Los astronautas no hacían nada y se limitaban a poner cara de susto.
¿Y QUÉ LE OCURRIO A SU HERMANA?
Un día fue a Serenidad y conoció a un chico del Santo Sepulcro de la Neurosfera Expandida, y el chico le dijo que no había ninguna razón para que siguiera fingiendo que era una princesa imaginaria. El chico le explicó que si quería podía convertirse en parte de Dios..., una parte diminuta, claro, pero parte al fin y al cabo.
Yo no tenía ni idea de quién era Dios, pero cuando habló con el chico, Angie le reveló su identidad secreta y eso me hizo comprender que la cosa iba muy en serio. Mamá y papá intentaron convencerla de que no lo hiciera, pero no sirvió de nada. Angie estaba decidida a seguir adelante... La Gran Red del Cielo. Conexiones, bioprogramas..., en fin, todo el rollo.
Lo de la Luna sólo era una etapa, ¿comprendes? Angie estaba de paso, como todo el mundo.
Ésa fue su forma de escapar. Yo necesité unos cuantos años más para encontrar la mía.
Tabitha se dejó caer sobre la dura superficie del catre, lanzó un suspiro de irritación y recorrió la celda con los ojos. Cuatro paredes de cemento poroso de un color rosa sucio, una puerta de acero con el cerrojo protegido, sin asa y con todo el perímetro del quicio protegido por rebordes, ninguna ventana, una rejilla en la puerta y otra en el techo con el destello del objetivo de una cámara detrás de ella.