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Cuando apagaron el motor pudo oír vocecitas casi imperceptibles que les hablaban en susurros. Los policías no hablaron entre ellos, y no le dirigieron la palabra.
Entraron en la comisaría y la estólida sargento que se ocupaba del mostrador de recepción pasó toda la identificación de Tabitha por un lector y la archivó en los bancos de datos. El agente que la había arrestado permanecía detrás de ella tan inmóvil como una estatua, y Tabitha supuso que su cerebro debía estar en modalidad de reposo. Los cables que desaparecían en el interior de sus fosas nasales y el blanco de los ojos visible a través del vacío de su placa facial hacían que resultara bastante macabro. El policía era un hombre electrónico que sólo tenía oídos para las vocecitas cantarinas procedentes de otra estrella que le felicitaban, le daban ánimos y aceptaban su ciega fidelidad.
La sargento esparció el contenido de la bolsa de viaje de Tabitha sobre el mostrador que se interponía entre las dos. Tabitha alargó la mano hacia el montón de objetos y desplazó uno de ellos con la punta de un dedo.
-No es la primera vez que tenemos problemas, ¿eh, Tabitha? -murmuró la sargento como si se tratara de un ritual.
Tabitha no respondió. Maldición, maldición... Todos eran iguales. Policías, perks, eladeldis, los malditos capellanos de Caronte..., en lo que a ella respectaba todos eran iguales. La vida ya resultaba lo bastante difícil sin ellos. Reglas, normas y protocolos. Estupideces tribales. Tal y como estaban las cosas ganarse la vida decentemente exigía un esfuerzo terrible, y sus continuas intromisiones sólo servían para empeorar la situación.
La hostilidad no te llevaba a ninguna parte.
Pero Tabitha seguía intentándolo.
Apoyó los codos en el mostrador y contempló a la sargento con una mezcla de sarcasmo y fascinación.
-Apuesto a que adora su trabajo -dijo.
La sargento alzó la cabeza y le devolvió la mirada con expresión impasible.
-¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres presentar una solicitud para entrar en la policía? -replicó-. Me gustaría verlo. Tú y la gente como tú... Oh, sí, me gustaría veros presentando una solicitud y entrando en la policía. Estoy segura de que sería la solución a todos vuestros problemas.
Su voz estaba impregnada de un aborrecimiento que jamás lograría escapar a las cadenas del aburrimiento y la abulia. Tabitha no era nada, sólo otro payaso del carnaval.