Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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El paisaje era tan abrupto y salvaje que no había forma humana de entenderlo. Sólo los ojos expertos de su consejero capellano eran capaces de recorrer aquella desolación de basalto y piedra caliza y dar con la llave oculta que permitía el acceso a un mundo que se había perdido en los abismos del tiempo. Los exploradores siguieron la dirección indicada por su dedo y se internaron en el desierto para hacer excavaciones en la arena, y los gigantescos bloques y losas de una sola pieza de la ciudad enterrada volvieron a sentir el contacto impalpable de la luz.
Construyeron una cúpula sobre ella para protegerla de las tormentas de arena y mantener encerrada la nueva atmósfera, y le pusieron como nombre Schiaparelli en honor de un héroe del arte de la astronomía. Los exploradores estaban por todas partes. Escalaban los volcanes de Tharsis, dragaban la Cuenca Argólida y talaban bosques enteros de la Hierba Roja. Marte te ofrecía una gravedad con la que podías discutir y un horizonte lo bastante cercano para agarrarlo con tus manos. Los primeros generadores de microclimas estaban empezando a salir de las factorías orbitales de Dominó Valparaíso, y no tardaron en sacudir a la ecología haciéndola despertar del letargo en que había caído. Los troncos nudosos y achaparrados de los saguaros brotaron de las dunas color rojo óxido. Los prospectores regresaban a la ciudad balbuceando historias increíbles sobre oasis repletos de hierba y vegetación y volvían a internarse en el desierto para descubrir los horrores de la congelación y la muerte marciana.
Los años parecían interminables y la compañía no podía ser más abigarrada, y si la atmósfera te arañaba los pulmones cada vez que tragabas una bocanada de aire..., bueno, eso añadía un poquitín de peligro a la empresa y la hacía aún más atractiva, ¿no? La presencia de directores capellanos y policías eladeldis no parecía tan opresiva y asfixiante cuando bastaba con hacer unas cuantas tonterías o cometer algunos descuidos para perder la vida. La explicación de que una parte tan grande del Río Maas fuera abierta a la colonización gracias a los veleros de arena en vez de a las aeronaves y los camiones oruga quizá deba buscarse precisamente en eso. Los veleros de arena eran mucho más peligrosos, y eso los hacía mucho más atractivos. Los marineros que tenían la mala suerte de tropezar con una ventisca de arena surgida de la nada o cuya embarcación volcaba en la Cañada de Mitrídates rara vez eran rescatados.

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