Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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-Meep -dijo el robot.
-Ya iba siendo hora -dijo Marco.
Tal voló en línea recta hacia él zumbando como una motocicleta y se posó sobre su hombro.
El robot se había quedado inmóvil delante de la barrera con el trasero en el suelo y el torso a medio erguir. Estaba totalmente paralizado, con excepción de una pierna que iba y venía sobre el suelo de la caverna trazando arcos tan espasmódicos como si fuera la pata de un novillo agonizante.
-¿Qué le está pasando? -preguntó Tabitha-. ¿Qué le ha ocurrido?
-Se ha sentado dijo Saskia.
-Se cansó -dijo Mogul.
-Es algo que ocurre con bastante frecuencia-dijo Saskia.
Tabitha les miró fijamente.
-No hemos sido nosotros -dijeron los Gemelos al unísono.
Marco pasó sobre la pierna que iba y venía de un lado a otro tan tranquilamente como si el robot no estuviera ahí. Tal voló por encima de la barrera y se internó en las tinieblas del túnel.
-¿Adónde vamos? -preguntó Tabitha.
-A Sueño Justo -replicó Marco.
-Pero esa mujer dijo que...
-¡Ven! exclamaron a coro los Gemelos.
Y el grupo entró en el túnel moviéndose rápidamente en pos del pájaro, apartando un telón de lona gris, tambaleándose por un tramo de escalones tallados en la roca, deslizándose entre las columnas achaparradas de las estalactitas marrones que brotaban del suelo como si fuesen tumores y en general, yendo a toda velocidad y sacando el máximo provecho posible a la escasa gravedad. Una gran grieta creada por el derrumbe de un muro rocoso les condujo hasta una caverna y les reveló una estructura de celdillas de gruesas paredes que hacían pensar en un panal. La corriente de aire creada por su avance hacía temblar las gruesas lenguas peludas parecidas a helechos negros que asomaban de las celdillas. La atmósfera olía a rancio y a venenos químicos.
Cuando se recorren esos rincones de Plenty resulta imposible no imaginarse que estás en las profundidades de la tierra en el reino de una raza de míseras criaturas ciegas que pasan toda su existencia cavando madrigueras mientras intentan recordar el sol sin conseguirlo. Esas bolsas de tinieblas y desesperación siguen existiendo, aunque no son muy numerosas, y supongo que algún día tendremos que hacer algo para acabar con ellas. Ya lo he dicho antes, y no cabe duda de que volveré a repetirlo

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