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y en tanto ese cadáver considera,
porque admires, teniéndole delante,
valiente y rico a este tu nuevo amante.
Vase
LINDABRIDIS: Muda, cobarde, helada,
confusa y admirada,
no sé lo que hacer puedo,
que no me deja qué elegir el miedo.
Aquí--¡oh qué horror!--un triste me suspende,
allí--¡oh qué pena!--un bárbaro me ofende,
aquí--¡qué pasmo!--un joven agoniza,
allí--¡qué llanto!--un monstruo atemoriza,
aquí--¡qué desconsuelo!--
deshojado un clavel, salpica el suelo,
allí--¡qué desventura!--
amante un bruto--¡ay Dios!--mi fin procura,
y yo, sin quien me valga en este abismo,
a manos muero de mi encanto mismo.
¿Qué haré, piadosos cielos?
Pero apelen a mí mis desconsuelos.
Fuera está del castillo, y en su cueva
la fiera horrible; pues eleva, eleva
--oh espíritu oprimido
del mágico conjuro--el atrevido
vuelo; mi amparo y mi sagrado sea
el viento, que esta fábrica posea;
llevemos de este bárbaro desierto
un alma viva en un cadáver muerto.
Entra y cierra el castillo, que desaparece, y queda
el teatro como antes estaba. Sale MALANDRÍN
MALANDRÍN: ¡Ah, volador castillo! ¡Espera, espera!
¿No hay más hablar? ¿Se va de esa manera?
Que se lleva a mi amo;
sea cortés y responda, pues le llamo.
Sale FAUNO con algunas cajas de joyas
FAUNO: Ya, Lindabridis bella,
que eres del cielo flor, del campo estrella,
podrás llenar las manos y los ojos
en estos...¡Ay de mí! "Ricos despojos"
iba a decir, y mudo,
con ser desdichas, las desdichas dudo.
MALANDRÍN: (¡Qué salvaje tan fiero es el que veo! Aparte
Con ser desdichas, las desdichas creo.)
FAUNO: ¿Adónde, adónde tanto alcázar sube?
¡Oh fábrica eminente, si eres nube
que bajaste del trono de Faetonte
por granizos de piedras a este monte,
mira que son prodigios que me elevan,
ser tú la nube y que mis ojos lluevan.
¡Aguarda, aguarda!