Página 3 de 80
con la más hermosa fiera
destos montes y estos mares,
no permite mi esperanza
que tome tan vil venganza,
a costa de los pesares
de la ausencia de un amigo,
a quien ofendió el deseo.
Y pues a callar me veo
obligado, ni aun conmigo
lo he de hablar; séllese el labio,
y quien alivio no espera
sufra, calle, gima y muera.)
Sale FEDERICO con un papel
FEDERICO: Pues ¿no me avisarais, Fabio,
que estabais aquí?
FABIO: Ya fue
a buscaros Patacón.
FEDERICO: Ociosa es su pretensión,
si va a otra parte, porqué
en esa cuadra escribiendo
a Lisarda este papel
estaba, diciendo en él
cómo ausentarme pretendo,
por decirla algo . . .
LISARDA: (¡Ay de mí!)
FEDERICO: . . . a un negocio que ha importado
para el pleito de mi estado.
LISARDA: (¿Haslo oído, Nise?)
NISE: (Sí.
Por decirte algo, te escribe
no más.)
LISARDA: (¡Ah, tirano!)
FABIO: Pues,
¿esa la causa no es
de la ausencia?
FEDERICO: No; que hoy vive
tan muerta la pretensión
como viva otra esperanza,
cuya vana confïanza
es imán del corazón.
Tras ella voy, sin saber
si la he de perder o hallar.
Tened lástima a un pesar,
que el buscarle es su placer.
FABIO: No me atrevo a preguntaros
nada; que no he de inquirir
lo que no queráis decir.
Sólo he venido a buscaros
para saber en qué puedo
en esta ausencia serviros,
y dónde podré escribiros.
FEDERICO: De queja tan cuerda quedo
advertido; y porque no
se agravie nuestra amistad
de mi silencio, notad
la causa que me obligó
a volver; veréis si es mucha.
LISARDA: (Escucha con atención.)
NISE: (Bueno es que él la relación
haga y digas tú el "escucha.")
FEDERICO: Ya sabéis que yo de Ursino
había nacido heredero,
si el cielo no me quitara