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que dos manos tiene el tiempo,
que una va perficionando
cuando otra va destruyendo;
mas bien sé (si en las acciones
de un diestro pintor lo advierto,
pues cuando labra estudioso
alguna imagen, al lienzo
arrima el tiento y descansa
luego la mano en el tiento),
cuando no le sale a gusto
el rasgo que deja hecho,
lo que la derecha pinta
borra la izquierda. Esto mesmo
al tiempo sucede, pues,
cuando en breves años tiernos
va ilustrando perfecciones,
va la hermosura en aumento;
pero, cuando no le sale
tan a su gusto el objeto,
le quita con una mano
el matiz que otra le ha puesto;
siendo la edad de una dama
tabla en que dibuja diestro
hasta cierto punto, en que,
de la imagen mal contento,
él mismo vuelve a ir borrando
lo que él mismo fue puliendo.
En toda mi vida, Fabio,
vi prodigio, vi portento,
vi asombro, vi admiración
de igual hermosura. Pero
¿qué mucho, si en cuatro lustros
no ha tenido tiempo el tiempo
para que desagradado
cualquier rasgo no sea acierto?
No me quiero detener
en pintar los lucimientos,
bordados, joyas y galas
de damas y caballeros;
porque me está dando priesa
el más extraño suceso
que oísteis jamás. Y así baste
decir que, como entre sueños
pasó el festín y la noche
quedó en su común silencio,
yo, que saqué dél conmigo,
sin saberlo yo, en mi pecho...
un cuidado iba a decir,
y no es cuidado; un deseo,
y no es deseo tampoco;
un afecto, y no es afecto;
un agrado, y no es agrado;
un tormento, y no es tormento;
un no sé qué... ahora lo dije;
pues no sé lo que es, supuesto
que miento, si digo gusto,
y si digo pesar, miento;
tan nuevo huésped del alma
que, aposentándole dentro