Página 31 de 80
Pero permitid ... (¡ay triste!)
SERAFINA: ¿Qué?
CÉSAR: Que hoy te pida licencia
para no cantar.
SERAFINA: ¿Por qué?
CÉSAR: Porque, aunque es mi dicha inmensa
en servirte y agradarte,
no sé qué oculta tristeza
se ha apoderado del alma,
que más a llorar me fuerza
que a cantar, y no sé cómo
en un corazón se avenga
el gusto y pesar a un tiempo.
SERAFINA: Pues ¿qué es lo que sientes, Celia,
que a tanto dolor te obliga?
CÉSAR: ¿Qué es lo que quieres que sienta
(¡Oh, quién pudiera decirlo!
¡Oh, quién callarlo pudiera!)
si de mi padre ignorada,
que, por llorarme por muerta,
quizá no me busca viva,
de mi natural tan fuera
que admirada estoy de cuánto
estoy en éste violenta?
SERAFINA: Yo pensé que mis favores
de tus fortunas pudieran
contrapesar los acasos.
CÉSAR: Pues si por ellos no fuera,
¿estuviera yo con vida?
Y aunque por ellos la tenga,
quizá son ellos también
los que mi pesar aumentan.
SERAFINA: ¿Cómo?
CÉSAR: Como ellos son causa
de que haya quien me aborrezca.
Y si me excuso...
SERAFINA: Prosigue.
CÉSAR: ...es porque alguna no sienta
oír mi voz.
SERAFINA: Di; que yo
gusto oírla. Canta apriesa;
no temas la invidia.
CÉSAR: Basta;
¿y si Clori y Laura fueran?
SERAFINA: ¿Son, Celia, por quien lo dices?
Yo te haré vengada dellas. --
Laura y Clori, ¿de qué habláis?
LAURA: Viendo que todos desean
en aquestas soledades
dar alivio a tus tristezas,
tus damas, por tener parte
en tan digno asunto, intentan
que, para hacerte un festejo,
las des, señora, licencia
el día que cumples años.
SERAFINA: ¿Qué festejo?
CLORI: Una comedia.
SERAFINA: ¿Por qué, di, no la he de dar?
Que yo me holgaré de verla.
LAURA: Pues ya que muestras agrado
en que la estudiemos, resta,