La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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la causa, sobre saber
si hizo fuerza o no hizo fuerza.
Por una hora que pensara
si era bien hecho o no era
echarse Hero de la torre,
no se echara, es cosa cierta,
con que se hubiera excusado
al doctor Mira de Amescua
de haber dado a los teatros
tan bien escrita comedia,
y haberla representado
Amarilis tan de veras
que volatín del carnal
--si otros son de la cuaresma--
sacó más de alguna vez
las manos en la cabeza.
Y puesto que hemos perdido
por una hora tan gran fiesta,
no por una hora perdamos
la posada, que si llega
tarde Abindarraez, es ley
que haya de quedarse fuera;
y estoy rabiando por ver
este amigo que te espera
como si fueras galán
al uso con cama y mesa,
sin saber cómo o por dónde
tan grande dicha nos venga.
Pues, sin ser los dos torneos,
hoy a los dos nos sustenta.
MANUEL: Don Juan de Toledo es, Cosme,
el hombre que más profesa
mi amistad, siendo los dos
envidia ya que no afrenta
de cuantos la antigüedad
por tantos siglos celebra.
Los dos estudiamos juntos
y, pasando de las letras
a las armas, los dos fuimos
camaradas en la guerra
en las de Piamonte. Cuando
el señor duque de Feria
con la jineta me honró,
le di, Cosme, mi bandera.
Fue mi alférez y después,
sacando de una refriega
una penetrante herida,
le curé en mi cama mesma.
La vida, después de Dios,
me debe. Dejo las deudas
de menores intereses;
que entre nobles es bajeza
referirlas. Pues pos eso
pintó la docta academia
al galardón una dama
rica y las espaldas vueltas,
dando a entender que, en haciendo
el beneficio, es discreta
acción olvidarse de él;

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