La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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a quién es.
COSME: Pues, no le sueltes.
MANUEL: No haré. Ve por ella presto.
COSME: Tenle bien.

Vase


ISABEL: (Del azafate Aparte
asió. En sus manos le dejo.
Hallé la alacena. ¡Adiós!

Vase, y él tiene el azafate


MANUEL: Quienquiera que es, se está quedo
hasta que traigan la luz
porque si no, ¡vive el cielo!,
que le dé de puñaladas.
Pero sólo abrazo el viento
y topo sólo una cosa
de ropa, y de poco peso.
¿Qué será? ¡Válgame Dios!
¡Que en más confusión me ha puesto!

Sale COSME con luz


COSME: Téngase el duende a la luz.
Pues, ¿qué es de él? ¿No estaba preso?
¿Qué se hizo? ¿Dónde está?
¿Qué es esto, señor?
MANUEL: No acierto
a responder. Esta ropa
me ha dejado, y se fue huyendo.
COSME: ¿Y qué dices de este lance?
Aún bien que agora tú mesmo
dijiste que le tenías
y se te fue por el viento.
MANUEL: Diré que aquesta persona,
que con arte y con ingenio
entra y sale aquí, esta noche
estaba encerrada dentro,
que para poder salir
te mató la luz y luego
me dejó a mí el azafate
y se me ha escapado huyendo.
COSME: ¿Por dónde?
MANUEL: Por esa puerta.
COSME: Harásme que pierda el seso.
¡Vive Dios!, que yo le vi
a los últimos reflejos
que al pavesa dejó
de la luz que me había muerto.
MANUEL: ¿Qué forma tenía?
COSME: Era un fraile
tamañito, y tenía puesto
un cucurucho tamaño
que por estas señas creo
que era duende capuchino.
MANUEL: ¡Qué de cosas hace el miedo!
Alumbra aquí y lo que trujo
el frailecito veremos.
Ten este azafate tú.
COSME: ¿Yo? ¿Azafates del infierno?
MANUEL: Tenle pues.

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