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doña BEATRIZ] ricamente vestida[s]
ÁNGELA: Pues presumen que eres ida
a tu casa mis hermanos,
quedándote aquí escondida,
los recelos serán vanos
porque una vez recogida,
ya no habrá que temer nada.
BEATRIZ: ¿Y qué ha de ser mi papel?
ÁNGELA: Agora el de mi crïada,
luego el de ver retirada
lo que pasa con él.
[A don MANUEL]
¿Estaréis muy disgustado
de esperarme?
MANUEL: No, señora,
que quien espera al aurora,
bien sabe que su cuidado
en la sombras sepultado
de la noche oscura y fría
ha de tener; y así hacía
gusto el pesar que pasaba
pues cuanto más se alargaba,
tanto más llamaba al día.
Si bien no era menester
pasar noche tan oscura
si el sol de vuestra hermosura
me había de amanecer;
que, para resplandecer,
vos soberano arrebol,
la sombra ni el tornasol
de la noche no os había
de estorbar, que sois el día
que amanece sin el sol.
Huye la noche, señora,
y pasa a la dulce salva
[.................el alba;]
que ilumina mas no dora
después el alba. La aurora,
de rayos y luz escasa,
dora más no abrasa. Pasa
la aurora, y tras su arrebol
pasa el sol, y sólo el sol
dora, ilumina y abrasa.
El alba para brillar
quiso a la noche seguir.
La aurora para lucir
al alba quiso imitar.
El sol, deidad singular,
a la aurora desafía.
Vos al sol. Luego, la fría
noche no era menester
si podéis amanecer
sol del sol después del día.
ÁNGELA: Aunque agradecer debiera
discurso tan cortesano,
quejarme quiero, no en vano,
de ofensa tan lisonjera.
Pues, no siendo ésta la esfera
a cuyo noble ardimiento
fatigas padece el viento
sino un albergue piadoso,