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mas yo, dispuesto a matalle,
a los tres acometí.
Al uno herí, otro cayó
muerto, y Juan Bautista huyó.
Consideradme ahora a mí,
forastero, en tierra ajena,
cargado de una mujer;
mirad lo que puedo hacer
sino volver a más pena
la espalda. Si en esto he errado,
sólo habré errado la acción,
no a lo menos la intención.
Que, habiendo considerado
que hiciérades vos, por Dios,
en lance tan infelice
lo mismo allí, así hice
yo lo que hiciérades vos.
LUIS: Es verdad; pues si yo hallara
un hombre de esa manera,
darle muerte pretendiera
y a quien pudiera matara.
Y así digo que habéis hecho
lo mismo que hiciera yo.
Quien del amigo pensó
que era un espejo su pecho,
pensó bien; pues vos decís
defectos tan claramente
que nunca el tiempo desmiente.
Y, si mejor lo advertís,
cuando en un espejo crea
la virtud que me aprovecha,
lo que en mi mano es derecha
izquierda en la suya vea;
y así veo el crüel tiro
ejecutado en los dos;
pues voy a ver --¡vive Dios!--
mi honor en vos y en vos miro
mi agravio; que el cristal sabio
poco lisonjero es,
y honor, visto del revés,
por fuerza ha de ser agravio.
Ahora bien, cese el furor
que me previno la guerra;
volvamos a Salvatierra;
porque es perder el honor
dejarle en peligro tal.
Sale don ALONSO
ALONSO: Luis Pérez, ¿qué hacéis aquí?
LUIS: Suplícoos que, si en mí
hubo alguna acción leal
que mereció vuestra gracia,
en mi ausencia lo mostréis
con Manuel, y a él le daréis
mi puesto; que una desgracia
que en mi ausencia ha sucedido
a Salvatierra me vuelve.
ALONSO: Mirad...
LUIS: A esto se resuelve
un hombre que está ofendido.
ALONSO: Con razones intentó
hoy mi amistad disuadiros;