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Y si es que atento a lo escrito,
deben sentenciar los jueces,
no han de ser falsos testigos;
que también los jueces deben
escuchar en el descargo.
Vuesa merced considere
qué delito cometí
en estarme quietamente
a la puerta de mi quinta.
Si allí la desdicha viene
a buscarme, ¿cómo puedo
huirme de ella? Y si lo advierte,
desdicha que no se busca
la disculpa el que es prudente.
Dentro
VOZ: Toda la gente está junta.
Él que está dentro es Luis Pérez.
¡Entrad, prendedle!
MANUEL: ¡Está aquí
un monte que le defiende!
LUIS: Manuel, dejadles la puerta;
que ya no importa que entren,
pues sé lo que he pretendido;
y veréis que los que quieren
entrar por la puerta salen
por las ventanas.
VOCES: ¡Prendedle!
JUEZ: ¡Deteneos!--
A LUIS
Yo os prometo,
como hombre de bien, Luis Pérez,
si os dais a prisión, de ser
vuestro amigo eternamente.
LUIS: No quiero amigos letrados;
que no obligan a los jueces
las palabras, que ellos hacen
a propósito las leyes.
JUEZ: Ved que, si no os dais, que puedo
daros en pública muerte
el castigo.
LUIS: Aqueso sí;
dádmela cuando pudiereis;
JUEZ: Pues ¿ahora no puedo?
LUIS: No;
porque en mis brazos valientes
estoy seguro.
JUEZ: Llegad,
matadlos, si se defienden.
Salen ALGUACIL 1 y ALGUACIL 2
MANUEL: ¡A ellos, Luis Pérez!
LUIS: ¡A ellos,
valeroso Manuel Méndez!
Las luces he de matar
a ver si a oscuras se atreven.
Apaga las luces
UNOS: ¡Qué asombro!
JUEZ: ¡Qué confusión!
LUIS: ¡Canalla, viles, aleves!
¡Nombre ha de quedar famoso
hoy del gallego Luis Pérez!
Pónense LUIS y MANUEL a un lado, la justicia
y los ALGUACILES a otro, y métenlos a
cuchilladas
FIN DE LA JORNADA SEGUNDA