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supiera también de otra
la virtud, y de esta suerte
templado estuviera el daño;
mas para que no se temple,
quiere el cielo que a ninguna
crea, y que en las dos sospeche.
Hallar un crïado aquí,
turbarse (¡ay de mí!) de verme,
llegar don Juan, y dejarle,
salir tras él, y perderle,
volver a casa y hallar
la confusión que me vence,
cosas son que han menester
atenciones más prudentes.
Y así, pues sé que el crïado
es, si su temor no miente,
de don Alonso de Luna,
saber quién es me conviene,
y atender a sus acciones;
y hasta que a mis manos llegue
o desengaño o venganza,
¡valedme, cielos, valedme!
Vase don PEDRO
FIN DEL PRIMER ACTO
ACTO SEGUNDO
Salen don JUAN, don ALONSO y MOSCATEL
ALONSO: De buena salimos.
MOSCATEL: Yo
soy el que salí de buena
y entré en mala, pues me vi
ya de la muerte tan cerca.
JUAN: Determinarme yo a entrar,
viendo la ocasión tan cierta,
tras don Pedro, fue tu dicha.
MOSCATEL: Y aun la tuya, pues si dejas
de entrar, confieso de plano.
ALONSO: ¿Eso dices?
MOSCATEL: Y aun lo hiciera
mejor que lo digo.
ALONSO: Mira,
don Juan, si amando hay quien tema.
JUAN: Pues ¿un amante es cobarde?
MOSCATEL: Mucho más, por ver que arriesga
una vida que no es suya,
sino de su hermosa prenda;
y si es deuda de un amante
en su servicio perderla,
ya es de amor estelionato
hipotecarla a otra deuda.
ALONSO: Ya que por don Juan te sufro
esta locura, este tema,
y hemos todo el día tratado
de tus disgustos y penas,
este rato que el pesar
firma, si no paces, treguas,
hablemos de tus amores
otro poco; ya que es fuerza