La aventura de lose seis Napoleones (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Y éstos son los hechos, señor Holmes.
-Son curiosos, por no decir grotescos -dijo Holmes-. ¿Puedo preguntarle si los dos bustos destrozados en las dependencias del doctor Barnicot eran idénticos al destruido en la tienda de Morse Hudson`
-Todos salieron del mismo molde.
-Este dato contradice la teoría de que la persona que los rompe actúa impulsada por un odio genérico a Napoleón. Si consideramos los cientos de figuras del emperador que deben existir en Londres, es mucho suponer que un iconoclasta imparcial se tope, por pura casualidad, con tres ejemplares del mismo busto nada más empezar.
-Yo pensé lo mismo que usted -dijo Lestrade--. Pero, por otra parte, este Morse Hudson es el proveedor de bustos de esta zona de Londres, y ésos eran los únicos que había tenido en su tienda en varios años. De manera que, si bien es cierto, como usted dice, que existen en Londres cientos de figuras de Napoleón, es muy probable que estas tres fueran las únicas en todo el distrito. Así que un fanático del barrio empezaría por ellos. ¿Qué le parece a usted, doctor Watson?
-Las posibilidades de la monomanía no tienen límites -respondí-. Es lo que los psicólogos franceses modernos llaman «idée fixe»1, que puede ser algo completamente trivial, acompañado por una normalidad absoluta en todos los demás aspectos. Un hombre que haya leído mucho sobre Napoleón, o cuya familia haya sufrido alguna desgracia hereditaria por culpa de la gran guerra, puede llegar a concebir una idée fixe de éstas, y bajo su influencia cometer toda clase de extravagancias.
-Eso no cuela, querido Watson -dijo Holmes, negando con la cabeza-. Ni con todas las «idées fixes» del mundo, su monomaníaco sería capaz de localizar el paradero de estos bustos. -¿Y cómo lo explica usted, entonces?
-No pretendo hacerlo. Me limito a hacer notar que existe un cierto método en las excéntricas actividades de este caballero. Por ejemplo, en el vestíbulo del doctor Barnicot, donde el ruido podría despertar a la familia, sacó el busto de la casa antes de romperlo; sin embargo, en el quirófano, donde había menos peligro de provocar una alarma, lo rompió en el mismo sitio donde estaba. El asunto parece ridículo v trivial, pero yo no me atrevería a calificar nada de trivial, teniendo en cuenta que algunos de mis casos más clásicos han tenido comienzos muy poco prometedores.

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