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Y mientras el criminal se sostenga sobre dos piernas, siempre quedará alguna señal, alguna rozadura, algún minúsculo desplazamiento detectable por un investigador científico. Resulta increíble que esta habitación embadurnada de sangre no contuviera ninguna huella que pudiera ayudarnos. Sin embargo, tengo entendido, por el informe de la indagación, que había ciertos objetos que usted no dejó de examinar.
El joven inspector acusó los comentarios irónicos de mi compañero con un estremecimiento.
-He sido un tonto al no acudir a usted en su momento, señor Holmes. Sin embargo, ya de nada vale lamentarse. En efecto, había en la habitación varios objetos que exigían especial atención. Uno de ellos era el arpón con el que se cometió el crimen. Lo habían cogido de un armero en la pared; allí había otros dos y quedaba un espacio vacío para el tercero. En el mango tenía grabadas las palabras «S.S. Sea Unicorn, Dundee». Esto parecía indicar que el crimen se cometió en un arrebato de furia y que el asesino había echado mano a la primera arma que encontró a su alcance. El hecho de que el crimen se cometiera a las dos de la madrugada y que, a pesar de la hora, Peter Carey estuviera completamente vestido, permitía suponer que se había citado con su asesino, lo cual parece confirmado por la presencia en la mesa de una botella de ron y dos vasos vacíos.
-Sí -dijo Holmes-. Creo que las dos inferencias son aceptables. ¿Había algún otro licor en la habitación aparte del ron?
-Sí, encima del cofre de marino había un botellero con brandy y whisky; pero no tiene interés para nosotros, porque las frascas estaban llenas y, por tanto, no se habían usado.
-Aun así, su presencia tiene algún significado -dijo Holmes-. Sin embargo, oigamos algo más acerca de los objetos que, según usted, parecen guardar relación con el caso.
-Tenemos la petaca de tabaco, que estaba encima de la mesa.
-¿En qué parte de la mesa?
-En el centro. Era de piel de foca, piel áspera con pelo tieso, con una correíta de cuero para cerrarla. En la parte de dentro tenía las iniciales «P.C.». Contenía una media onza de tabaco fuerte de marinero.
-¡Excelente! ¿Qué más?
Stanley Hopkins sacó del bolsillo un cuaderno de notas con tapas grisáceas muy gastadas y hojas descoloridas. En la primera página estaban escritas las iniciales «J.