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Ya le he dicho que recogí el cuaderno del suelo.
-¿La mancha estaba encima o debajo?
-Por el lado del suelo.
-Lo cual, naturalmente, demuestra que el cuaderno cayó al suelo después de cometerse el crimen.
-Exacto, señor Holmes. Me di cuenta de ese detalle y supuse que se le caería al asesino cuando éste huyó precipitadamente. Estaba muy cerca de la puerta.
-Supongo que no se habrá encontrado ninguna de estas acciones entre las propiedades del difunto.
-No, señor.
-¿Tiene alguna razón para sospechar que el móvil fue el robo?
-No, señor. No parece que hayan tocado nada.
-Caramba, caramba, sí que es un caso interesante. Había también un cuchillo, ¿no es así?
-Un cuchillo metido en su vaina. Se encontraba caído a los pies de la víctima. La señora Carey lo ha identificado como perteneciente a su esposo.
Holmes se sumió en reflexiones durante un buen rato.
-Bueno -dijo por fin-, supongo que tendré que acercarme a echar un vistazo.
Stanley Hopkins soltó una exclamación de alegría.
-Gracias, señor. No sabe el peso que me quita de encima.
Holmes amonestó al inspector con el dedo.
-La tarea habría resultado más sencilla hace una semana -dijo-. Pero, aun ahora, puede que mi visita no sea del todo infructuosa. Si dispone usted de tiempo, Watson, me gustaría mucho que me acompañara. Haga el favor de llamar un coche, Hopkins; estaremos listos para salir hacia Forest Row en un cuarto de hora.
Tras apearnos en una pequeña estación junto a la carretera, recorrimos en coche varias millas a través de lo que quedaba de un extenso bosque que en otro tiempo formó parte de la gran selva que durante tanto tiempo mantuvo a raya a los invasores sajones: la impenetrable región arbolada, que fue durante sesenta años el baluarte de Gran Bretaña. Se habían talado grandes extensiones, ya que en esta zona se instalaron las primeras fundiciones de hierro del país, los árboles se utilizaron como leña para fundir el mineral. En la actualidad, los ricos yacimientos del Norte han absorbido esta industria, y sólo los bosques arrasados y las grandes cicatrices de la tierra dan testimonio del pasado. En un claro que se abría en la verde ladera de una colina se alzaba una casa de piedra baja y alargada, a la que se llegaba por un sendero curvo que atravesaba el terreno.