La aventura del colegio Priory (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Sigamos adelante, Watson. Ahora que tenemos manchas de sangre además de las huellas de neumáticos, no es posible que se nos escape.
No tuvimos que buscar mucho. Las huellas de la bicicleta empezaron a describir fantásticas curvas sobre el sendero húmedo y brillante. De pronto, al mirar hacia adelante, distinguí un brillo metálico entre los espesos arbustos, de donde sacamos una bicicleta, con neumáticos Palmer, un pedal doblado v toda la parte delantera espantosamente manchada y embadurnada de sangre. Por el otro lado de los arbustos asomaba un zapato. Dimos corriendo la vuelta al matorral y allí encontramos al desdichado ciclista. Era un hombre alto, con barba poblada y gafas, uno de cuyos cristales se había desprendido. La causa de su muerte había sido un terrible golpe en la cabeza que le había aplastado el cráneo. El hecho de que hubiera sido capaz de seguir adelante después de recibir semejante herida decía mucho de la vitalidad y el valor de aquel hombre. Llevaba zapatos, pero no calcetines, y bajo su chaqueta desabrochada se veía una camisa de noche. Sin duda alguna, se trataba del profesor alemán.
Holmes dio la vuelta al cuerpo con respeto y lo examinó con gran atención. Después permaneció bastante tiempo sentado, sumido en profundas reflexiones, y de su frente arru­gada pude deducir que, en su opinión, aquel macabro descubrimiento no nos había hecho avanzar gran cosa en nuestra investigación.
-Es un poco difícil decir qué hacer ahora, Watson -dijo por fin-. Si fuera por mí, seguiríamos adelante con nuestra investigación, porque ya hemos perdido tanto tiempo que no podemos perder ni una hora más. Sin embargo, nuestra obligación es informar a la policía de este descubrimiento y procurar que el cuerpo de este pobre hombre reciba las atenciones debidas.
-Yo podría llevar una nota.
-Pero es que necesito su compañía y su ayuda. ¡Un momento! Allá lejos hay un tipo cortando turba. Hágalo venir aquí y él traerá a la policía.
Fui a buscar al campesino y Holmes lo envió, muerto del susto, con una nota para el doctor Huxtable.
-Y ahora, Watson -dijo-, esta mañana hemos encontrado dos pistas. Una, la de la bicicleta con los neumáticos Palmer, que ya hemos visto a dónde lleva. Otra, la de la bicicleta con el neumático Dunlop parcheado. Antes de ponernos a investigar ésa, hagamos balance de lo que sabemos para tratar de sacarle el máximo partido y poder separar lo esencial de lo accidental.

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