La aventura del cliente ilustre (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Por lo visto anda esta vez detrás de una pobre tonta y quiere casarse con ella. Usted desea impedirlo. Bien, pero es seguro que usted conoce lo bastante acerca de ese canalla para impedir a cualquier chica decente y que esté en sus cabales inscribirse en la misma parroquia que él.
-Pero ella no está en sus cabales, sino locamente enamorada. Se le ha dicho de él todo lo que hay que decir, y nada le importa.
-¿También lo del asesinato?
-Sí.
-Por vida mía, que debe de ser muchacha valiente!
-Dice que todo son calumnias.
-Pero ¿no puede usted meterle por sus ojos de idiota las pruebas?
-Bien, ¿puede usted ayudarnos en esa tarea?
-¿No soy yo misma una prueba? Con sólo que me pongan delante de ella y yo le cuente de qué manera me trató...
-¿Está usted dispuesta a hacerlo?
_;Que si estoy dispuesta? ¡Cómo piensa que no voy a estarlo!
-Quizá valiera la pena intentarlo. Pero ese hombre le ha contado gran parte de sus culpas y ella le ha perdonado, y tengo entendido que no está dispuesta a abrir nueva discusión acerca del asunto.
-Apuesto cualquier cosa a que él no le ha contado todo.
Aparte de ese asesinato que tanto dio que hablar, yo entreví uno o dos más. Me habló en más de una ocasión de alguien, con sus maneras aterciopeladas, y luego me miró fijamente y me dijo: «Al mes de eso murió.» La cosa no era como para tranquilizarla a una, pero yo no le di mucha importancia, porque en aquel entonces estaba enamorada de él. A mí me parecía bien todo lo que él hacía, lo mismo que ahora le parece a esa pobre loca. Una sola cosa me produjo impresión profunda, y, por vida mía, que de no haber sido por ésa su lengua venenosa y embustera que sabe encontrar explicación para todo y que todo lo suaviza, aquella misma noche me habría largado yo de su lado. Me refiero a un libro que él tiene. un libro de pastas de cuero color castaño con un cierre y su escudo grabado en oro en la parte de fuera. Creo que aquella noche estaba un poco borracho, o, de lo contrario, no me lo habría enseñado.
-¿Y qué libro era ése?
-Mire, míster Holmes, este individuo colecciona mujeres y se enorgullece de su colección, de a misma manera que algunos hombres coleccionan polillas y mariposas.

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