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goce lo que a tantas gentes puede serles útil. Si el Sol estuviese siempre
oculto por esas espesas nubes que algunas veces nos roban su. luz, no
bendeciríamos tan a menudo al Autor de la Naturaleza, que nos enseña todos
los días tan hermoso astro, al que podemos llamar viviente imagen de la
Divinidad; y si vos ocultaseis al público esa digna obra tan encantadora,
cuya posesión con tan dulce esperanza le halaga, os privaríais a vos mismo
de los agradecimientos y alabanza que a manos llenas os reserva. Pero,
señor, al oírme hablar creeríase que era necesario solicitar vuestra
generosidad y aducir argumentos múltiples para inclinaros a conceder al
universo el goce de una cosa por la que ya está ardiendo en deseos; a vos,
señor, a quien yo he visto resuelto a hacernos el presente de ese libro,
que yo ahora os muestro y en cuya primera página quiero escribir vuestro
nombre para que sirva de escudo a los ataques de la envidia y la
maledicencia que a veces persiguieron a su autor con tanta crueldad.
Ahora, señor, con tan poderoso socorro podrá desafiar valientemente a
esos, monstruos y perseguirlos hasta el más oculto rincón en que se
escondan; pues hasta los palacios y las cortes serán asilos débiles si él,
juzgándolos dignos de su cólera, se dispone a perseguirlos hasta allí.
Si ese grande hombre, cuando era mortal y no contaba con otro apoyo
que el de su virtud, redujo a esos monstruos con la buena suerte que todos
sabemos, de esperar es, y no puede cabernos duda en ello, que ahora que
goza de la inmortalidad que conquistó con sus trabajos, y que está
secundado por un hermano en quien el espíritu y el buen sentido se han
unido tan estrechamente, ahogue para siempre a esas hidras renacientes con
tanta facilidad como presteza y les haga confesar por última vez, al