La clase de cocina (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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.., ¡qué lindo! Me disgusta desplumar y limpiar aves. «Cocer a fuego
lento durante una a tres horas» ... Hay tiempo de sobra. ¡Lo haré, lo haré ! ¡La, la, la!"
Y allá partió Edith, muy animosa, pues aunque no le gustaba cocinar, deseaba
quedar bien ante la clase, algunas alumnas de la cual eran muy ambiciosas y de vez en
cuando lograban éxito con algún plato complicado, más por buena suerte que por
habilidad.
Había seis aves bien gordas sobre una bandeja, con las patas plegadas de la manera
más patética. Edith las llevó en triunfo a la cocina, y abriendo el libro que tenía
delante, puso manos a la obra en forma enérgica, resignándose a freír el cerdo y cortar
las cebollas, omitidos al leer de prisa la receta. Una vez que quedaron rellenas, con las
patas atadas a las colas, las aves fueron doradas y puestas a fuego lento con una pizca
de hierbas.
"Ahora puedo limpiar y descansar un poco. Si llego a tener que trabajar para
ganarme la vida, jamás seré cocinera" -suspiró Edith, fatigada, mientras lavaba los
platos, preguntándose cómo habría tantos, pues ninguna sirvienta descuidada habría
acumulado más vajilla para tan pequeña labor, como esa joven que no había
aprendido aún una de las lecciones más importantes que debe saber toda cocinera.
El timbre sonó en el momento preciso en que, concluida su tarea, se proponía
tenderse a descansar en el sofá del comedor hasta que llegara el momento de retirar
sus palomas.
-Dile a quien sea que estoy ocupada -susurró cuando la criada fue a atender la
puerta.
María regresó al cabo de un momento, para anunciar:
-Señorita, es su prima, que trae un baúl. ¿La hago pasar, por supuesto?
-¡Dios me valga! Había olvidado a Patty. Mamá dijo que vendría cualquier día de
la semana, y éste es el más inconveniente de los siete... Claro, hazla pasar. Dile que
voy dentro de un minuto -pidió Edith, demasiado bien educada para no recibir

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