Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-Buenos días, Jo. ¿Cómo le está yendo a Amy? -preguntó May con tono conciliador, como para demostrar que ella también sabía ser generosa.
-Ya ha vendido todo lo que valía la pena de venderse y ahora se está divirtiendo. El puesto de flores es siempre atrayente... especialmente para los caballeros.
Jo no pudo resistirse a dar ese picotazo, pero May lo tomó con tanta mansedumbre que Jo se arrepintió al minuto de haberlo dado y se puso a elogiar los grandes floreros de May, que seguían sin venderse.
-¿Está por ahí la iluminación que hizo Amy? Me gustaría comprarla para mi padre ­preguntó Jo.
-Todo lo de Amy fue vendido hace mucho; me preocupé de que lo viese la gente que convenía y nos ha significado una buena suma de dinero -replicó May, quien, igual que Amy, había aprendido aquel día a vencer varias tentaciones.
Llena de gusto corrió al puesto de flores a dar la buena nueva a Amy, que estuvo tan sorprendida como emocionada con la noticia de las palabras y el tono de May.
-Ahora, caballeros, quiero que vayan a cumplir con su deber en los demás puestos como lo han hecho con el mío... especialmente el quiosco de arte -les dijo Amy, dando sus órdenes al "Clan de Teddy", como llamaban las chicas a os amigos de Laurie.
-¡A la carga, Chester, a la carga!... -decía la incorregible Jo cuando la falange se preparaba para tomar el campo.
-"Oír es obedecer, pero marzo es mucho más bello que mayo"´ -recitó el pequeño Parker, haciendo un enorme esfuerzo para estar ingenioso y tierno al mismo tiempo, para no conseguir mas que un balde de agua fría por parte de Laurie, quien le contestó:
-Muy bueno, muy bueno, chiquito, no está mal para un chiquitín... -y lo despachó con un golpecito paternal en la cabeza.
-Compra los jarrones -murmuró Amy al oído de Laurie, como toque final de aquel día de generosidades.
Con gran deleite de May "el señor Laurence" no sólo compró los jarrones sino que anduvo paseándose por todo el salón con uno bajo cada brazo.
Tía Carrol estaba allí y se enteró de la historia, pareció complacida y llevando a la señora de March a un rincón le susurró algo al oído que puso a esta señora radiante de satisfacción, observando desde ese momento a Amy con expresión en que se mezclaban el orgullo y la inquietud, aunque no reveló la causa de su placer hasta varios días después.

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