Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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.. Después del té, sentada sola en mi cuarto, estuve un poco cabizbaja sin poder evitarlo. Cuando en eso llegó el curioso envoltorio, lleno de barro, con un aspecto exterior completamente lastimoso... pero igual me abracé a él... Parecía tan "de casa" que me sentí vivificada y ¡créanme! me senté en el suelo y no paraba nunca de leer, de mirar, de comer, ni de llorar y reírme de esa manera absurda que conocen tan bien... Todo lo que me mandaron es exactamente lo que yo deseaba
o necesitaba y tanto mejores las cosas por ser hechas en casa en lugar de compradas. Naturalmente que usaré las prendas de franela que me manda mamá y que voy a leer los libros anotados por papá. Millones y millones de gracias a todos.
Hablando de libros, me acuerdo que me estoy poniendo rica en ese renglón, pues el señor Bhaer me regaló una hermosa edición de Shakespeare. Se trata de un libro que él valora mucho y que yo había admirado tantas veces colocado como estaba en el sitio de honor, con su Biblia en alemán, su Platón, su Homero y su Milton. Pueden imaginarse cómo me sentí cuando me lo trajo y me mostró la dedicatoria: "De su amigo Federico Bhaer. A menudo me ha dicho usted que desearía tener una biblioteca, y aquí, entre estas tapas, le regalo una, porque hay entre ellas muchos libros. Léalo bien y le va a servir bastante, porque los estudios que hay en él de los caracteres le ayudarán a leer el de las personas y a pintarlo con su pluma."
Se lo agradecí lo mejor que pude y ahora hablo de "mi biblioteca" como si tuviese cientos de libros. Nunca supe antes apreciar cuánto había en Shakespeare, pero es que entonces no tenía un Bhaer que me lo explicase. Por favor, no se rían de su horrible nombre, pues no se pronuncia como la gente se empeña en decirlo: ni oso, ni cerveza2 sino un sonido intermedio entre esas dos palabras que sólo un alemán puede pronunciarlo. Me alegro que les guste lo que les cuento de él y que deseen conocerlo algún día. Mamá admiraría su afectuoso corazón, papá, su sapientísima cabeza. Por mi parte, admiro ambas cosas y me siento rica con la amistad de Federico Bhaer.
Como no tenía mucha plata, y sin saber qué le gustaría, le compré varias cositas y se las desparramé por su cuarto, donde pudiese encontrarlas cuando menos lo esperase.

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