Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

Página 148 de 229

..
-Yo lo manejaré. Demi, vaya arriba y métase en la cama como le dice su mamá.
-¡No quelo!... -contestó el rebelde, sirviéndose el codiciado "patelito" y comenzando a comerlo con calma y audacia increíbles.
-¡Nunca debes decir eso a tu papá, nunca!... Te voy a llevar yo a la cama si no vas solo.
-Anáte, no quelo a papá -Y Demi se refugió en las faldas de su madre.
Pero aún ese refugio resultó inútil, porque el nene fue entregado al enemigo con un: "¡Sé suave con él, Juan!..." que llenó de zozobra al reo porque cuando mamá lo abandonaba, el día del juicio no estaba lejos. Despojado de su pastel, privado de su fiesta, y llevado con mano fuerte a aquella odiada cana, el pobre Demi no pudo reprimir la rabia y desafió abiertamente a su padre pateando y gritando por toda la escalera. No bien lo acostaba de un lado, se daba vuelta del otro y corría hasta la puerta, para ser pescado ignominiosamente por la cola de su toga y vuelto a acostar. Esta función duró hasta que el jovencito perdió las fuerzas, dedicándose luego a bramar con gran estrépito, pues generalmente conquistaba a Meg con ese ejército vocal. Pero Juan se quedó tan inflexible como el proverbial poste que se supone sordo y mudo. Ni arrumacos, ni azúcar, ni arrorró, ni cuento, ni luz siquiera, pues el padre apagó la que había y sólo el resplandor rojo del fuego animaba la "gran oscuridad" que Demi veía con más curiosidad que miedo. Este nuevo orden de cosas le disgustó muchísimo y a gritos clamaba por su "mamá" al calmársele la rabia y recordar la ternura de su esclava de siempre para con él, autócrata ahora cautivo. El gemidito que reemplazó al rabioso clamor tocó el corazón de Meg, que subió corriendo para decir implorante a su marido:
-¡Déjame quedarme con él, John! Verás cómo ahora va a ser bueno.
-No, mi querida, le -he dicho que se tiene que dormir como tú le mandaste, y tendrá que hacerlo aunque me tenga que quedar aquí toda la noche.
-Pero va a enfermar de tanto llorar... -suplicó Meg, que se echaba la culpa por haber abandonado a su varoncito,
-No, ¡qué va! ... Está tan cansado que pronto clavará el pico y entonces el asunto quedará arreglado, pues comprenderá que tiene que obedecer.

Página 148 de 229
 


Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: