Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Por otra parte, a las personas de gusto delicado repugnará el estilo demasiado sencillo y defectuoso de muchas de estas cartas, en tanto que el común de los lectores, seducidos por la idea de que cuanto se halla impreso es fruto de un trabajo, creerán ver en algunas otras la obra penosa de un autor que se muestra detrás del personaje que hace hablar.
En fin, se dirá acaso con bastante generalidad, que cada cosa vale cuando está en su lugar, y que si ordinariamente el estilo demasiado trabajado de algunos autores quita la gracia a las cartas familiares, los descuidos que presentan son faltas verdaderas, y las hacen intolerables cuando están impresas.
Confieso ingenuamente que todas estas objeciones pueden ser fundadas; creo también que me sería posible responder a ellas, y aun sin exceder los límites de un prefacio, pero se debe saber que para que fuese necesario responder a todo, era preciso que la obra no respondiera a nada; y que, si tal fuera mi opinión, hubiera suprimido juntamente el prefacio y el libro.
CARTA PRIMERA
CECILIA VOLANGES A SOFIA CARNAY EN EL CONVENTO DE URSULINAS DE . . .
Ya ves, mi buena amiga, que cumplo mi palabra y que los gorros y los perifollos no llenan todo mi tiempo; siempre me quedará un ratito para ti. Sin embargo, he visto sólo en este día más atavíos que en los cuatro años que hemos pasado juntas; y creo la orgullosa Tanville2 tendrá más pesar cuando haga yo mi primera visita, en que me propongo pedir el verla, que el que ha creído darnos ella siempre que ha venido a vernos in fiocchi. Madre me ha consultado sobre todo; me trata mucho menos como educanda que antes; tengo una doncella a mi servicio, un gabinete y una pieza de que dispongo, y te escribo en una papelera muy bonita, de la cual tengo la llave y en la que puedo encerrar cuanto quiera. Me ha dicho mi madre que la veré todos los días cuando se levante; que bastará que esté peinada para comer, porque estaremos siempre solas, y que entonces me dirá a qué horas deberé pasar a verla después de medio día. El tiempo restante queda a mi disposición, y tengo mi arpa, mi dibujo, y libros como en el convento, con la diferencia de que ahora no viene a reñirme la madre Perpetua, y que podría yo, si quisiese, estarme mano sobre mano; pero como no tengo conmigo a mi Sofía para hablar con ella y reír, es que tanto procuro ocuparme en algo.

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