Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

Página 61 de 316

LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT
El enorme cartapacio de usted, querido vizconde, me llega en este momento. Si su fecha es exacta, debía haberlo recibido veinticuatro horas antes. Sea como fuere, si emplease el tiempo en leerlo, no lo tendría para responder. Prefiero, por lo tanto acusar solamente el recibo y hablar de otra cosa. No es que y tenga algo que decirle sobre mí. El otoño no deja en París casi un hombre que tenga figura humana; así, hace un mes que soy la prudencia misma, y cualquier otro que no fuese mi caballero, se fatigaría de las pruebas de mi constancia. No pudiendo ocuparme, me distraigo con la joven Volanges, y de ella quiero hablarle.
¿Sabe que ha perdido más de lo que cree, con no haberse encargado de esta muchacha? es verdaderamente deliciosa. No tiene aún ni carácter ni principios; juzgue usted cuán fácil y suave será su trato. No creo que brillará nunca por la parte de la habilidad; pero todo anuncia en ella las sensaciones más vivas. Sin talento ni malicia, tiene, sin embargo, cierta falsedad natural, si se puede hablar así, que algunas veces me admira a mí misma, y que le servirá tanto más bien cuanto que su rostro ofrece la imagen de candor y de la ingenuidad. Es naturalmente muy cariñosa, y algunas veces me divierte. Su cabecita se exalta con una facilidad increíble, y entonces es tanto más divertida cuanto que no sabe absolutamente nada de lo que desea tanto saber. Tiene a veces impaciencias ciertamente singulares; ríe, se desespera, llora, y luego me pide que la instruya, con una buena fe que realmente me encanta. En verdad, estoy casi celosa de aquel a quien está reservarle este placer. No sé si le he dicho que, de cuatro o cinco días a esta parte tengo el honor de ser su confidenta. Usted comprende que al principio me he mostrado severa; pero apenas he visto que creía haberme convencido con sus malas razones, he tenido el aire de creerlas buenas, y está ahora íntimamente persuadida de que lo debe a mi elocuencia; esto era precisamente para no comprometerme. Le he permitido escribir y decir amo a usted; y el mismo día, sin que ella se apercibiese de ello, le procuré una conversación a solas con Danceny. Pero figúrese usted que es todavía tan torpe que no ha obtenido siquiera un beso.

Página 61 de 316
 


Grupo de Paginas:                 

Compartir:



Diccionario: