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cuarto en cuatro a explicar lo ocurrido, tranquilizando a las mujeres
asustadas.
>>Una hora más tarde se produjo un gran alboroto en los campamentos de los
saqueadores. Se oían gritos de toda clase, gritos y amenazas y de queja
mezclados con disparos de revólver. Supusimos inmediatamente, acertamos en
ello, que aquella batalla tenía por causa el intento por parte de la gente
que estaba sana entre ellos de alejar a los que estaban atacados por la
plaga.
>>Varios de los que habían sido expulsados de ese modo acudieron a las
puertas de la escuela. Les dijimos que siguieran su camino. A modo de
respuesta, nos insultaron y dispararon contra nosotros. El profesor
Merrywether, que se encontraba en una de las ventanas de la planta baja,
fue alcanzado por una bala de pistola entre los dos ojos, y cayó muerto en
redondo.
>>Replicamos con una descarga, y los agresores huyeron, salvo tres, entre
los que había una mujer. La peste los había señalado ya para la muerte, de
modo que no temían exponer su vida. Con sus caras escarlatas brillando al
reflejo del rojo cielo, semejantes a diablos impúdicos, seguían
insultándonos y disparando contra nosotros.
>>Yo mismo maté a uno de un disparo. Después el otro hombre y la mujer se
tendieron en la acera, frente a nuestra ventana, y tuvimos que asistir a
su agonía,
>>Nuestra situación se hacía muy peligrosa: los gérmenes de la peste que
emanaban aquellos cadáveres iban a entrar libremente por las ventanas
desprovistas de vidrios. Se decidió que el comité de salud tomara las
medidas que eran necesarias, y respondió noblemente a su tarea. Fueron
designados dos hombres para salir de la escuela y llevarse los dos
cadáveres. Para ellos, eso era el sacrificio casi seguro de la vida. Ya
que una vez cumplida la tarea, no debían volver a nuestro refugio.
>>Uno de los profesores, que era soltero, y un estudiante se ofrecieron de